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Diferentes comunidades indígenas han llegado a Puerto Maldonado para sostener un encuentro con el papa Francisco el día el 19 de enero en en el coliseo cerrado de Madre de Dios en Perú.

Las delegaciones llegaron por río o por tierra en varios grupos y esperan el encuentro con el sumo pontífice. Y como parte de los preparativos de la llega del Papa, la Red Eclesial Panamazónica - REPAM realizó el jueves 18 de enero un encuentro con estas comunidades y con misioneros/as católicos/as que trabajan en el territorio.

Nuestra compañera Mónica Villanueva entrevistó al sabio Jojangel que nos comenta cómo las comunidades esperan al Papa:

 

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Encuentro Iberoamericano, del 12 y 14 de octubre de 2017 en Puebla. 

Este tipo de encuentros han dado lugar para hacer posible un diálogo y una construcción combinada, por medio de paneles, conversatorios y “mingas” (grupos de trabajo), con los cuales se construya una agenda de trabajo para los próximos años. El Área de Reflexión Universitaria (ARU) de la Universidad Iberoamericana Puebla a través de su Campo de Acción Estratégico Fe y Cultura y Amerindia Continental organizaron el encuentro intergeneracional La fuerza de los pequeños: Hacer teología de la liberación desde las nuevas resistencias y esperanzas.

Este encuentro reunió a 46 teólogos y teólogas de distintos países de América Latina y el Caribe, quienes debatieron con el propósito de leer en clave creyente y crítico el momento histórico que estamos viviendo en la actualidad. Al tiempo que buscó generar procesos de reflexión teológica liberadora, desde nuevas perspectivas que permitan ampliar y aclarar la visión de esta corriente de pensamiento.

En palabras del Mtro. Alejandro Ortiz Cotte, director del ARU de la IBERO Puebla, los diálogos establecidos permitieron fortalecer un cambio sistémico y una renovación eclesial desde las distintas perspectivas de nuestro continente. “Su carácter intergeneracional y su metodología horizontal, fue la que hizo posible la interacción y la construcción colectiva entre los teólogos de primera y segunda generación”.

Ortiz Cotte afirmó que los jóvenes teólogos y teólogas contribuyeron al desarrollo de un ambiente adecuado para oír, conocer, reaccionar, hablar y consensuar, desde otros puntos de vista, las prioridades, temáticas, sujetos, apuestas y propuestas de las nuevas generaciones. “Esto significó, si bien espacios de ponencias, lugares comunes que propiciaron conversaciones similares y una visión de construir realidades de manera conjunta. De tal suerte, que los representantes de las diferentes generaciones pudieron hablar, dialogar y hasta debatir en la misma mesa, logrando con ello resultados favorables derivados de un ambiente cálido, cercano y respetuoso que se generó entre los participantes”, subrayó el director del ARU. Asimismo, dialogaron de forma crítica y profunda los signos de los tiempos y las distintas experiencias de resistencia que están aportando novedad a los procesos de liberación y están suscitando esperanza en nuestro continente hoy en día.

El presente encuentro de pensadores buscó recrear y resignificar la teología de la liberación construyendo una producción teológica que relaciona praxis y academia, la cual toma en serio los sujetos emergentes y los nuevos escenarios que hoy desafían el quehacer teológico-pastoral. Buscan dar continuidad al proceso iniciado en este encuentro y apoyar decididamente la reforma eclesial del papa Francisco.

La fuerza de los pequeños logró que jóvenes teólogos y teólogas de más de diez países tuvieran la oportunidad de convivir, pero también de hablar con plena libertad con los grandes maestros y maestras de este pensamiento, generando una sinergia intergeneracional que llenó de entusiasmo y esperanza a los participantes. Los frutos emanados de este trabajo conjunto fue la creación de una agenda global de continuidad intergeneracional para los próximos años, que busque a toda costa mantener la raíz de la teología latinoamericana, para las personas víctimas y empobrecidos a través de la identificación de los principales retos para resignificar, desde las nuevas sensibilidades del siglo XXI, la Teología de la liberación.

Otra de las conclusiones de esta reunión consiste en apoyar el trabajo del Papa Francisco haciendo avanzar hacia los nuevos retos globales las comunidades cristianas, retomando todas aquellas nuevas miradas, gritos, temáticas y perspectivas que necesitan seguir siendo expresadas de una inteligencia de la fe. Cabe destacar, que los teólogos invitados se sitúan entre 25 y 80 años, y cada uno habla de diferentes temáticas liberadoras como teología feminista, eco-teología, afro-teología, teología india, teología laical de liberación, teología bíblica, teología popular y campesina, teología universitaria, entre otras. Entre los teólogos de las primeras generaciones participaron Leonardo Boff (Brasil), Pablo Richard (Chile/Costa Rica), Víctor Codina (Bolivia), Pedro Trigo (Venezuela), Marcelo Barros (Brasil), Margot Bremer (Paraguay), Juan Hernández Pico (El Salvador), Juan José Tamayo (España), y Diego Irarrázaval (Chile), entre otros.

Por parte de la teología liberadora a nuevos escenarios y sujetos emergentes, se encontraban Silvia Regina da Silva (Brasil/Costa Rica), Sofía Chipana Quispe (Bolivia), Agenor Brighenti (Brasil), Pablo Bonavía (Uruguay), Socorro Martínez (México), Marta Zechmeister (El Salvador), Juan Manuel Hurtado (México), Carmen Margarita Fagot (Puerto Rico) Manoel Godoy (Brasil), María José Caram (Argentina), Cesar Kuzma (Brasil), Elizabeth Judd (México), Alirio Cáceres (Colombia), Afonso Murad (Brasil), Socorro Vivas (Colombia), João Decio (Brasil), Isabel Iñiguez (Argentina), Élio Gasda (Brasil), Francisco Reyes (Costa Rica).

De las nuevas generaciones de teólogos de la liberación estuvieron presentes Geraldina Céspedes Ulloa (Guatemala/República Dominicana), Alejandro Ortiz (México), Aquino Junior (Brasil), Francisco Bosch (Argentina), Paola Polo (Perú), Tirsa Ventura (República Dominicana), Carlos Eduardo Cardoso (Brasil), Larry Madrigal (El Salvador), Benjamín Schaw (El Salvador), Daniel Sousa (Brasil), Herbert Álvarez (Guatemala).

AMERINDIA

El inicio de la última jornada estuvo marcado por la reflexión en torno a la tradición teológica liberadora, tema del panel en el que intervinieron Agenor Brighenti, de Brasil, Diego Irarrázaval, de Chile, Marta Zechmeister, de El Salvador, y Geraldina Céspedes, de Guatemala.

En un primer momento, Geraldina Céspedes se refirió a la teología de la liberación como una teología que toma en serio la contextualidad, la subjetividad y la alteridad, retomando, por una parte, “los puntos esenciales de esta manera de reflexionar el seguimiento de Jesús a partir del compromiso transformador asumido al interior de los distintos contextos históricos en que nos ha tocado vivir”, y, por otra parte, identificando “los puntos clave de la tradición teológica de la liberación y la forma en que se han ido desarrollando en momentos y contextos históricos distintos”.

En torno a las características de una teología plural en movimiento, Agenor Brighenti recordó que “la teología de la liberación alimentó la resistencia de la Iglesia de la Liberación, desde sus principios y particularmente en las últimas tres décadas, marcadas por una involución eclesial, con el reflujo de una postura de neocristiandad”. Concretamente, subrayó el carácter regional de la teología de la liberación, la praxis como mediación histórica, la teología de la liberación como inteligencia de una Iglesia liberadora, así como algunos componentes que configuran la teología de la liberación como una teología desde la óptica del sujeto social –el pobre–, situada en el lugar social de los pobres –la periferia–, y desde el reverso de la historia, sin dejar de referirse, a las periferias situadas en un mundo globalizado y plural.

Marta Zechmeister, por su parte, destacó el legado de los mártires de la liberación, es decir, “de los hombres y las mujeres que hicieron presente el misterio de la muerte y la resurrección de Jesús, poniéndose del lado de las víctimas”. Ante la realidad del pueblo crucificado –y su calvario–, con el que se identificaron los mártires, Zechmeister planteó la necesidad de apelar a “nuevos lenguajes que permitan recuperar la fuerza liberadora de la teología, con un nuevo vigor, a favor de los marginados”.

En la última intervención del panel, Diego Irarrázaval disertó sobre los cimientos y las causes de la teología de la liberación. “Estamos en medio de un cambio de época que trastoca, y a la vez abre horizontes”, propuso, señalando la necesidad de “regenerar el caminar eclesial y teologal” a través de una reflexión transversal. “Lo transversal implica –a mi parecer– reconocer el entrecruzamiento de preguntas primordiales y de labores en terrenos teológicos, es una categoría que reconoce al ‘otro’, y lo hace desde el reverso. En este encuentro en México se hace entre generaciones: hay distancias cronológicas y hay procesos diferentes, nos une el indagar y admirar el misterio cristiano con los ojos y esperanzas de gente pequeña”.

Además de estas sugestivas miradas e interpelaciones que tuvieron lugar durante el panel, el conversatorio intergeneracional que se desarrolló a continuación –tercero y último del encuentro– visibilizó tres perspectivas de cara a la dimensión teologal de los procesos sociales.

El teólogo jesuita Juan Hernández Pico, de El Salvador, analizó “el descarrilamiento de los procesos revolucionarios centroamericanos”, a partir de una experiencia personal y, sin embargo, de dimensiones estructurales –especialmente en torno a los procesos políticos y revolucionarios de Guatemala, El Salvador y Nicaragua– que lo ha llevado a “buscar y encontrar a Dios en medio del fracaso”.

La realidad de los pobres como sacramento

También la teóloga peruana Paola Polo se refirió a su experiencia personal –con sus implicaciones sociales– al acentuar “una teología de la vida y para la vida”, considerando “la realidad de los pobres como sacramento (…), desde la escucha atenta de las voces, pero sobre todo desde el diálogo cordial”. Se trata, por tanto, de “un diálogo desde lo humano”.

El teólogo español Juan José Tamayo fue el último que intervino en el conversatorio, sugiriendo la necesidad de ubicar el quehacer teológico desde los nuevos escenarios globales, caracterizados por la incidencia del capitalismo en su versión neoliberal, el colonialismo en su versión neocolonialista, el patriarcado como sistema de dominación estructural, el antropocentrismo, el fundamentalismo religioso, la democracia sometida al asedio del mercado, el racismo epistemológico, la heteronormatividad, el imperialismo y el armamentismo. “No se puede olvidar, sin embargo, el clamor de los migrantes, de los refugiados y de las fronteras, que nos piden pasar de la exclusión a la hospitalidad”, concluyó Tamayo.

Agenda

A partir de estos aportes y de las elaboraciones teológicas de los días precedentes –particularmente en los espacios de ‘minga’ o ‘tequio’ teológico– el último momento del encuentro se dedicó al discernimiento de una posible agenda para transitar, durante los próximos años, frente a los desafíos actuales que representa “hacer teología de la liberación desde las nuevas resistencias y esperanzas”.

Desde las múltiples iniciativas postuladas a nivel de producción, articulación-organización, y medios o canales de difusión, se confió al equipo organizador la tarea de concretar la propuesta de agenda que buscará dar continuidad al encuentro intergeneracional y apoyar los procesos de reforma eclesial del pontificado de Francisco.

Amerindia continuará comunicando los frutos de esta experiencia de construcción colectiva que desencadenará nuevos itinerarios intergeneracionales, para proyectar la teología de la liberación ante los actuales sujetos y escenarios socio-eclesiales, también con miras a la celebración de los 50 años de Medellín (II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano), en 2018.

 

Fuente:

https://www.iberopuebla.mx/noticias_y_eventos/noticias/ibero-puebla-celebra-encuentro-de-teologos-de-la-liberacion

http://revistasic.gumilla.org/2017/la-fuerza-de-los-pequenos/

 

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Ejes temáticos

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Autor: Miguel Angel Gullón[1] / Radio Seybo – Unión de Emisoras Católicas de República Dominica (UDECA)

El buen vivir como propuesta alternativa al desarrollo capitalista implica también un reconocimiento a la espiritualidad, que desafía el contexto dominante como un paradigma emergente hacia la vida. La espiritualidad es un espacio de compromiso con la realidad concreta y cercana que vivimos, desde y por los sectores tradicionalmente excluidos.

1. La Espiritualidad del Buen Vivir como Alternativa al Neoliberalismo Económico

Los pueblos originarios creen y sueñan en la tierra sin mal donde reine la armonía entre las personas y la naturaleza. En estos tiempos de cambio de época, en los que se hacen esfuerzos por recuperar la esperanza y el sentido mismo de la vida, la búsqueda de la tierra sin mal es una utopía que mueve los corazones y las mentes de muchas personas. “La crisis civilizatoria evidencia un debilitamiento en el modelo hegemónico capitalista y liberal, lo que se ha denominado un cambio de época que no solo es una oportunidad sino una necesidad imperiosa de una nueva utopía para la humanidad”. (Cianci; 2014:31). Se trata de un concepto amplio, completo y dinámico que expresa el espíritu de la cosmovisión indígena (Contreras; 2014: 50). “En este sentido, el Buen vivir aporta una nueva mirada acerca de los desafíos de la sustentabilidad y viene a recontextualizar desde América Latina la reflexión sobre las derivas socioeconómicas y ecológicas del proyecto eurocéntrico moderno de control racional cartesiano de la naturaleza”. (Vanhulst y Beling; 2013: 510).

Pero no se trata de vivir mejor que los otros y otras. “Vivir mejor es un concepto individualista, pues si alguien vive mejor ello implica que hay otro que vive peor. El Buen Vivir hace referencia a vivir en armonía, en equilibrio, es decir, respetando y asumiendo las diferencias, la diversidad, junto con las complementariedades. Se trata también de un vivir bonito, bello, implica una estrecha relación con la naturaleza, la que no es concebida como un banco inagotable de recursos, sino como la Pachamama, la Madre Tierra con la que están en indisoluble relación. Allí florece la vida con belleza y prodigalidad, allí crece el alimento, que a su vez exige de parte de los pueblos el cuidado, el respeto, la atención, el trabajo colectivo, la minga. En relación a la Pachamama se vive el cultivo y la crianza de los animales, así como la danza y la fiesta, todo supone respeto a ciclos naturales, y la sacralidad está presente en forma continua. Trabajo, culto y fiesta son inseparables”. (Ramos; 2015: 214).

La búsqueda de la tierra sin mal, la tarea de construir el buen vivir, la urgencia de encontrar caminos a la felicidad de los pueblos que no sean el consumismo o el desarrollo depredador, está en sintonía con los anhelos de muchas espiritualidades y culturas. Entre los movimientos de inspiración cristiana por ejemplo, la construcción del Reino de Dios en la tierra, encuentra muchos elementos comunes con las utopías indígenas que hoy iluminan las esperanzas en el mundo.

El nuevo paradigma emergente del buen vivir se plantea como una oportunidad para construir otra sociedad a partir del reconocimiento de diversos valores culturales existentes en el mundo y del respeto a la naturaleza. Esta concepción desnuda los errores y las limitaciones de las diversas teorías del mal llamado desarrollo. En un contexto en que se siente que la misma vida del ser humano y del plantea está en riesgo, se replantea el estilo de vida alternativa a la acumulación y la excesiva concentración, la competencia, y el consumo de bienes como fin y el uso de la naturaleza como un recurso. Los principios que adquieren mayor relevancia, desde una opción por el buen vivir, apuntan a la solidaridad, el respeto, la reciprocidad, la complementariedad, la equidad, la igualdad, la libertad, donde la racionalidad económica se reconcilie con la ética y el sentido común. (Contreras; 2014: 81).

Estamos identificados históricamente con la necesidad de construir un mundo más justo, más solidario, más fraterno y en armonía con el medio ambiente. Nuestras experiencias de educación y comunicación popular forman parte de los múltiples esfuerzos por el diálogo de culturas, la defensa del medio ambiente, el fortalecimiento de los espacios democráticos, la defensa de los derechos humanos y la construcción de una economía donde lo central no sea el dinero ni el mercado. (Contreras; 2014: 133).

Ya en nuestra América Latina y el Caribe comienza a ganar espacio el paradigma del Buen Vivir como alternativa al desarrollo. Es ésta una opción ratificada por comunicadores populares del continente: comunicación para la vida. Buen Vivir se traduce en un imperativo ético y en redes de solidaridad para superar las desigualdades, devolver la dignidad y recuperar la identidad de las personas como parte de sus comunidades y su pueblo. Pues, como afirma Gustavo Gutiérrez, “el pobre y marginado de América Latina es muchas veces poseedor de una cultura con valores propios y elocuentes que vienen de su raza, de su historia, de su lengua”. (Gutiérrez y Müller; 2013:141). Es nuestra tarea redescubrir ese potencial de valores oculto por vergüenza y hecho desaparecer por la imposición y avasallamiento de otras culturas invasoras. “Esta cosmovisión indígena está atravesada por una dimensión religiosa o trascendente. La vida es sagrada, toda vida, la Pachamama lo es, la comu­nidad y sus relaciones.

En las culturas ancestrales las ceremonias religiosas están integradas indisolublemente a la vida y tienen un carácter integra­dor. Religan al ser humano y a la naturaleza (ceremonias de siembra y cose­cha), religan a la comunidad (celebración de los distintos momentos de la vida), son ceremonias reconciliadoras y sanadoras (la enfermedad es concebida como falta de armonía, por lo tanto, se necesita volver al equilibrio). La espiritualidad lo impregna todo. No hay división entre mundo sagrado y mundo profano, ni tiempos ni espacios”. (Ramos; 2015: 216).

2.    La Espiritualidad Cristiana

Hablando en general, sin precisar, espiritualidad es una forma de vivir según o conforme a un espíritu. Situándonos en la órbita del cristianismo, espiritualidad significa “seguimiento de Jesús” (Gutiérrez; 1989: 14). Este seguimiento de Jesús encontrará distintas modalidades o caminos según cada persona. “Es el agua viva que surge en el fondo mismo de la experiencia de fe”. (Gutiérrez; 1989: 60). De aquí brota una experiencia espiritual, un vivir en el espíritu que nos hace reconocernos libres y hermanos/as de lo que nos rodea.

No se puede hablar de una espiritualidad concreta y que sirva para cualquier ambiente o época. Cada fase, movimiento o contexto histórico, arrastra su propia espiritualidad que viene configurada por unas personas concretas, de carne y hueso. Nace una espiritualidad que hace una lectura adecuada del Evangelio según el tiempo y lugar, pero no puede servir para siempre ya que el marco en el que se ha desarrollado cambia; otro factor a tener en cuenta, sería si ésta espiritualidad va renovándose, sabiendo actualizarse, por cierto, tarea bastante difícil de llevar a cabo.

3.    Una referencia constante a la realidad

“La espiritualidad latinoamericana se caracteriza claramente por una referencia fundamental constante a la realidad... Se trata de una doble referencia, tanto de origen como de finalidad. Partir de y volver a la realidad: he ahí el realismo nada mágico de la espiritualidad latinoamericana”. (Gutiérrez; 1989: 60). Esta espiritualidad, con todos los elementos que la forman, que la configuran, se apoya sobre unos elementos firmes; parte del análisis de la realidad; ésta hace de feed-back constante; me aventuro a afirmar que, si la espiritualidad no fuera cargada de esta primera experiencia, quedaría en un mero rito, una plegaria que se queda en palabras deslavazadas, sin hilo conductor. Pero la espiritualidad latinoamericana mira, observa, escucha con pasión la realidad evitando de esta forma la abstracción estéril; se abandona todo idealismo y espiritualismo, se ponen los pies en el suelo, se llega a un compromiso. (Gutiérrez; 1989: 47).

En América Latina, quien vive, quien está empapado de esta espiritualidad, considera muy importante, casi afirmaría que vital, ver la cruz... abrir los ojos... y decodificarla; ver las causas de tanto crucificado, sus raíces y el porqué de esta estructura maléfica. Es preciso, una sensibilización, una concientización profunda, un darse cuenta de que esa cruz no toca solamente a quien la lleva sino que todos debemos ser partícipes de ella en el sentido de tratar que desaparezca; ésta cruz nos afecta y nos responsabiliza (Casaldáliga; 1988: 42). Rápidamente puede encontrarse un ejemplo a tenor de esta afirmación: Jesús no cargó su cruz sino la Cruz. Quien se dice cristiano/a no debe pensar solamente en su propia cruz, en su propio pecado, debe reflexionar y preocuparse por el pueblo crucificado, por ese colectivo de varones y mujeres que en estos momentos son violados en sus más elementales derechos (Casaldáliga; 1988: 43). “La realidad martirial que se vive en América Latina nos devuelve a todos una de las grandes fuentes de toda espiritualidad: la experiencia sangrienta de la primitiva comunidad cristiana, débil frente al poder imperial de la época”. (Casaldáliga; 1988: 36).

4.    La Espiritualidad que nace de una Experiencia Concreta

“En el seno de las luchas, el pueblo oprimido y creyente se hace cada vez más agente de una manera de ser cristiano, de una espiritualidad”. (Casaldáliga; 1988: 41). Este pueblo creyente, oprimido y reprimido por siglos, caminante infatigable y celoso custodio de una fe que vive y celebra, ha ido dando vida, carne, sangre, esqueleto a una Iglesia comunitaria y activa que muchas veces no tiene las estructuras y jerarquías tradicionales, pero que avanza en el seguimiento de Jesús. Esta fe viva es la principal fuerza, el motor que aviva los corazones de todos, varones y mujeres, en el camino de hacer un mundo cada vez más humano.

Por quienes nos transmitieron las palabras que dijo Jesús sabemos que él vino a dar la buena noticia a los y las pobres, a anunciar a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista, la libertad al oprimido..., a anunciar la salvación del Señor. Esta forma de seguir al espíritu, de vivir conforme al espíritu, no nace de los libros, de los grandes tratados de espiritualidad, ni tampoco tiene muchas expresiones literarias.

Jesús vivió la experiencia del abba de una forma muy concreta, de una forma muy libre y abierta. De igual manera viven los empobrecidos su espiritualidad, su cercanía al Dios de la vida; no la han plasmado con la pluma, sino que la viven; quizás un día alguien sabrá escribirla, pero de momento, lo que vale es lo que se vive (Comblin; 1990: 642). “Su experiencia espiritual de base es la liberación integral” (Comblin; 1990: 641). La imagen que poseen de Dios está muy alejada de la que se tiene en nuestro mundo desarrollado; su Dios es un Dios de vida, que apuesta por el ser humano para que éste se realice, que llegue a su plenitud; se trata de un Dios cercano, de un Dios amigo, que camina al lado del ser humano y le impulsa a fraguar un cariño y amor fraternal hacia los que le rodean. En ningún modo este Dios pondrá cortapisas, será castigador o fiscalizará los fallos cometidos.

“El mito histórico centrado en el proceso de liberación constituye, en verdad, el territorio en el que se da la experiencia espiritual de un pueblo que afirma su derecho a la vida”. (Gutiérrez; 2013:41). En los países latinoamericanos el principal problema no es la libertad sino la supervivencia. Para Jesús de Nazaret, el plan original de Dios es que las personas tengan vida y vida en abundancia; Jesús hizo una clara opción por la vida. Este Dios de la vida destruye las falsas divinidades que siembran la muerte y la división entre los seres humanos y siembra semillas de participación, de trabajo, de paz, de justicia, de amor, y todo ello para que no quede desamparado y solo ante el constante avance de los valores de la cultura de muerte.

5.    Dimensión Teologal-Fundamental de la Espiritualidad

“Todo ser humano tiene una vida espiritual, pues, lo quiera o no, lo sepa o no, está abocado a confrontarse con la realidad y está dotado de la capacidad de reaccionar ante ella con utilidad”. (Sobrino; 1990 :452). No hace mucho, alguien señaló que el ser humano de esta nueva era que viene será contemplativo o no será. Casi puede decirse que hablar de vida espiritual es como de hablar de un pájaro con alas; todo ser humano vive su vida con espíritu; quiera o no, lo rechace, siempre habrá una realidad que le trasciende.

Es quizás una confusión frecuente el definir lo espiritual en contraposición a lo material. Se rechaza en ocasiones a quienes buscan una solución por la vía de la oración, del compartir la fe en común y ver cómo puede ayudar a solucionar algo. Lo material sería lo estático, lo sujeto a unas leyes concretas y posibles de razonar adecuadamente. “Espiritualidad es más bien el espíritu con que se afronta lo real, la historia en que vivimos con toda su complejidad”. (Sobrino; 1990 :453).

Dios se hace presente en esta realidad, en la parte material que reivindican algunos. El misterio de Dios se hace patente al igual que la trascendencia en la historia. Ser honrado, fiel a la realidad, son actos de espíritu que todo ser humano realiza (Sobrino; 1990 :458). La respuesta a los imperativos de esta realidad hará posible una cercanía de Dios en la historia. Se descubre de esta forma la presencia de Dios y se aprende a escuchar su palabra.

La profunda religiosidad del pueblo latinoamericano arranca de esa connaturalidad para descubrir el misterio. El Espíritu y los espíritus forman parte de la cosmovisión de la mitología y de la cotidianidad”. (Casaldáliga y Vigil; 1993: 83).

6.    Espiritualidad que nace de la Opción por los y las Pobres.

“La novedad del Espíritu se manifiesta objetivamente en la irrupción de los pobres, y desde ellos se vuelve a releer el homo versus que es Jesús”. (Sobrino; 1990 :460). Los grandes tratados de espiritualidad, a los que el ser humano ha acudido durante mucho tiempo, para atisbar donde se podría encontrar a Dios y cómo llegar hasta él se están quedando caducos. La meditación interior, el alejamiento del mundanal ruido, los sacrificios infringidos al cuerpo, son muletas y apoyos que no nos sirven para encontrar hoy al verdadero Dios de Jesús. Quizás esté condenando una práctica de espiritualidad que ha estado vigente durante mucho tiempo, pero pienso que el diálogo con Dios debe partir de esta realidad y en la medida que el ser humano de oración sintonice con los problemas y necesidades que le rodean, así será de fructífero el diálogo.

“Seguimiento de Jesús y opción por los pobres, como formulación actual de la espiritualidad cristiana, tienen su propia afinidad” (Sobrino; 1990 :461). El mensaje programático de Jesús sólo tendrá sentido desde esta opción de Dios por los y las pobres de este mundo, huérfanos y viudas, a quienes se marginan y desprecian. Al igual que Jesús, que descendió a nuestra condición humana para incluirnos dentro del plan de salvación, el ser humano debe ver en cada rostro desfigurado la imagen del crucificado.

El hecho de encarnarse en la pobreza es fundamental para la espiritualidad actual. Desde la sencillez, desde el no poseer nada, del no tener nada que perder, es como el acercamiento al Dios de la vida se hace más fácil. El Dios santo, el Dios lejano y más allá de nosotros y nosotras se convierte en el Dios cercano como reza el versículo del evangelio: “lo que hicierais con quien necesita de... eso mismo lo hacéis conmigo”, en definitiva, “los pobres son lugar de experiencia espiritual, de encuentro con Dios”. (Sobrino; 1990 :462).

Referencias

Casaldáliga, Pedro (1988): El vuelo del Quetzal. Koinonia. Panamá.

Casaldáliga, Pedro y Vigil, J. M. (1993): Espiritualidad de la liberación. Ediciones Sal Terrae. Guatemala.

Cianci Bastidas, María (2014): Apuntes reflexivos sobre Educación y Comunicación Popular. El poder de la palabra. En América Latina en movimiento, Nº 499. Agencia Latinoamericana de información (ALAI). Quito.

Comblin, José (1990): Espíritu Santo. En: Ellacuría, Ignacio y Sobrino, Jon: Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación. Vol. I. Madrid.

Contreras Baspineiro, Adalid (2014): Sentipensamientos. De la comunicación-desarrollo a la comunicación para el vivir bien. CIESPAL, ALER. Quito.

Gutiérrez, Gustavo (1989): Beber en su propio pozo. Ediciones Sígueme. 6ta edición. Salamanca.

Gutiérrez, Gustavo y Müller, G. L. (2013): Del lado de los pobres Teología de la Liberación. San Pablo. Madrid.

Ramos, Rosa (2015): Sumak Kawsay, suma Qamaña, tekopora vida buena. Una propuesta de la sabiduría indígena. En M. Trejo y R. Hermano (org.): La reforma de la iglesia en tiempos de discernimiento. Revista Misión. Montevideo.

Sobrino, Jon (1990): Espiritualidad y seguimiento de Jesús. En: Ellacuría, Ignacio y Sobrino, Jon: Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación. Vol. I. Madrid.

Vanhulst, Julien y Beling, A. (2013): El Buen vivir: una utopía latinoamericana en el campo discursivo global de la sustentabilidad. Polis. Revista Latinoamericana. Nº 36, p 510. Disponible en: https://polis.revues.org/9638

 

Para leer más puedes acceder al Libro Siembras del buen vivir: Entre utopías y dilemas posibles. ALER, Asociación Latinoamericana de Educación y Comunicación Popular (2016). Quito – Ecuador


[1] Fraile Dominico. Director de Radio Seybo así como de la ONG Acción Verapaz en República Dominicana. Promotor de Justicia y Paz en América Latina y el Caribe. Profesor en el Centro de Teología Santo Domingo de Guzmán.

 

 

 

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La naturaleza es vista como un don de Dios, y el planeta la casa común que habitamos como seres humanos, por ello es necesario comprender el pecado como la falta con esta armonía significativa, con la esperanza de la conversión y el seguimiento hacia la coherencia con la vida cristiana.

Reflexiones de Francisco Muguiro sj / Radio Marañon – Coordinadora Nacional de Perú (CNR)

Toda espiritualidad es un camino para llegar a lo más profundo de nosotros/as mismos/as, para vivir nuestra totalidad como seres humanos en relación con nuestro ser y con los demás. Para los cristianos y cristianas, para llegar a un Dios encarnado en todas las personas y en la historia concreta de esas personas, se consideran varias espiritualidades, que nacieron para responder a un contexto y a unas personas concretas. Las espiritualidades se van renovando según los tiempos en que se vive.

Las espiritualidades tienen algunos rasgos que seguirán permaneciendo con el pasar del tiempo, pero que a su vez se van adaptando a la realidad histórica. Los seguidores de San Benito, –quien vivió una espiritualidad contemplativa–, siguen viviendo una propuesta de vida contemplativa con rasgos pertenecientes al mundo de hoy. Ghandi vivió una espiritualidad parecida a la de Nelson Mandela y a la de Martin Luther King, relacionada con la liberación de sus pueblos; los seguidores de San Ignacio cuya espiritualidad en contraposición con la de San Benito, proponían ser contemplativos en la acción y al contexto. Sin embargo, así como aquellos tiempos, que fueron especiales, produjeron espiritualidades que respondían a sus tiempos, los tiempos de ahora exigen que adaptemos nuestras espiritualidades, o que en estos momentos históricos, leyendo los signos de los tiempos creamos espiritualidades nuevas. La pregunta sería: ¿Qué signos de los tiempos nos exigirían una espiritualidad nueva acorde con los tiempos en que vivimos?

Ya estamos convencidos y convencidas que los cambios que vivimos no son cambios de una época, sino que son signos de un cambio de época. Lo que nos da una idea que los paradigmas del desarrollo ya no son los mismos, aquellos no nos sirvieron o cayeron por ineficaces y engañosos, a pesar de la insistencia de algunos en indicar que ése es el camino de la historia, pero ya nos dimos cuenta que efectivamente por ahí solo va la historia de ellos, de las élites y no la de las mayorías que habitan el planeta. Ése, es un desarrollo basado en el consumo de recursos naturales, y las mayorías por mucho que se esfuercen, se capaciten y se tecnifiquen, nunca llegarán a alcanzarlo plenamente, por la sencilla razón que no hay recursos naturales suficientes para que este modelo se implemente a nivel mundial.

Gracias a la globalización del mundo, –en buena parte por las comunicaciones tanto aéreas, como terrestres y sobre todo los cambios producidos por el internet–, hacen del mundo un patio de vecindad. Sin querer o queriendo vivimos juntos, y nuestras culturas, antes reducidas a espacios geográficos territoriales muy determinados, se encuentran en la lucha por la sobrevivencia, y en muchos casos chocan con otras, porque unas más fuertes, o económicamente más poderosas tratan de imponerse sobre otras. Por eso nos llegan modelos de desarrollo impuestos, que van en contra de los valores más fundamentales de nuestras culturas. Sin ir más lejos, el desarrollo de los países más poderosos tiende a mantener su desarrollo explotando los recursos naturales de los países menos desarrollados, sin tener en cuenta las implicaciones a las comunidades y el ambiente. Sabemos que es difícil resolver amigablemente muchos conflictos en este orden de ideas y tanto menos tratar de integrar los intereses contrapuestos. En el fondo, la postura de dominación se sustenta en la falsa idea que algunas culturas son más o menos desarrolladas, cuando en realidad no son sino diferentes y que los valores de cada cultura forman parte de la riqueza de la humanidad que debe salvarse en favor de la integración y la diversidad.

La globalización nos exige otros valores, otro desarrollo y otra forma de vivir, por tanto, otra manera de relacionarnos con lo más profundo de nosotros/as mismos/as y con nuestras facultades espirituales, sea cual fuere la creencia en Dios encarnado presente en todas las culturas.

  1. Rasgos de una Espiritualidad de la Ecología

La naturaleza como don de Dios es dado al ser humano, ha sido siempre una fuente de espiritualidad y contemplación. Sin embargo, la ecología como cuidado, preocupación y ciencia de la casa (oikos-logos) en la que vivimos y formamos parte, es reciente en comparación con la tradición de la contemplación.

En los documentos de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín (CELAM; 1968) no aparece como problemática, en los de Puebla (CELAM; 1979) aparece la mención tres veces como ecología y una como contaminación del medio ambiente, en Santo Domingo (CELAM; 1992) se le dedican dos números enteros, y en Aparecida (2007) se referencian en seis números completos. Lo que nos da a entender que la relación con el ambiente es un tema cada vez más presente en nuestros días, y signo de los tiempos para encontrar a Dios y a los/as hermanos/as.

La ecología ha nacido como problema, como cuestionamiento, como contradicción entre dos mundos o modelos de desarrollo. Desde los primeros capítulos de la Biblia, la naturaleza aparece como don de Dios, ha sido siempre causa y motivo de fuertes espiritualidades y de contemplación de muchos santos, como San Francisco de Asís o San Juan de la Cruz. Para San Francisco, por ejemplo hace 800 años la tierra, los árboles, los animales, eran hermanos, como la hermana luna o el hermano sol. San Francisco tenía una visión adelantada de lo que tendría que ser actualmente la naturaleza para nosotros y nosotras: hermanos y hermanas de ella, no depredadores. Otra cosa distinta para en la actualidad, porque nuestro modelo de desarrollo consume y consume recursos naturales como si fueran inagotables. Esta capacidad de agotar y contaminar el planeta, es la que ha hecho que renaciera la ecología como la ciencia que intenta explicarnos el funcionamiento de nuestra casa común.

La naturaleza sigue siendo parte de nuestro asombro para llegar a Dios a través de ella, la vemos amenazada de muerte, ahí es donde la ecología es entendida como la preocupación por la casa en la que vivimos y de la cual formamos parte. La ecología no solo es la naturaleza toda, incluida la del ser humano, sino las relaciones de interdependencia que se dan entre todos los seres vivos y no vivos del planeta.

Varios elementos hacen que la ecología tome vigencia para la cristiandad: la contaminación que producimos con este modelo de desarrollo por ejemplo, o la elaboración de productos necesarios para la vida que atenta contra el ambiente; el aumento de la población mundial que aumenta los niveles de consumo por encima de la capacidad planetaria de cubrir la demanda.

En 1987 la población mundial era de 5 mil millones, en el 2006 éramos 6.500 millones, y se estima que seguirá creciendo a razón de 76 millones de personas por año, de tal manera que en el año 2050 seremos más de 9.000 millones de habitantes sobre el planeta.

Existe un principio ecológico que considera que para mantener el equilibrio de la vida en el planeta cada persona que encuentra recursos naturales en una cantidad figurativa de cinco, al final de su vida tendría que dejar tres veces más para que vivan sus descendientes. Pero este principio se cumple al revés actualmente, cuando morimos dejamos tres veces menos de lo que encontramos. A estas cifras se une la aspiración de desarrollo sobre los modelos de consumo del primer mundo, lo cual es inalcanzable para el resto de la humanidad. Porque si a grandes rasgos, un 20% que representa ese primer mundo consume el 80% del total de las energías planetarias, sólo dejan un 20% para el 80% de la población restante. Si quisiéramos que ese modelo de desarrollo primermundista alcanzara a toda la población tendríamos que contar con tres planetas más en las mismas condiciones. Estos datos son muestra del desencuentro entre el ser humano, la naturaleza y Dios.

  1. El Pecado

Esta depredación constante y esta inequidad son parte del pecado del ser humano en la actualidad. En la creación todo era armonía, nosotros y nosotras la hemos roto. Esta armonía debe ser parte de la ascesis[1] de una nueva espiritualidad: ir buscando la armonía creada por Dios, con unidad entre la naturaleza y las personas. Una persona que no puede encontrar a Dios sin encontrarlo en su entorno y, a la inversa, desconoce su propia relación de trascendencia. Es decir, la relación con el ambiente se desequilibra si no existe una relación con Dios.

Dios creó armonía y es lo que debería existir, pero lo que existe es desencuentro y desorden. A esta mala relación del ser humano con Dios y con la naturaleza, se debe la grave crisis ecológica. Todo el mundo sabe esto, pero no hay voluntad política de solucionarlo. El no querer solucionarlo no es problema científico, sino ético y también espiritual.

La destrucción de la tierra aparece como una afrenta al Creador, así vemos como en todas las espiritualidades nos encontramos con el problema del pecado. El pecado se resume en acciones que destruyen la vida en el planeta, porque así se destruyen las formas de la presencia divina, o también cuando nos desconectamos de Dios, nos permitimos destruir la vida misma, y ecológicamente hablando las propias condiciones de la vida.

No tenemos nada más que recordar los últimos derrames de petróleo en el mar de La Florida (2010) y en la China (2010) donde una empresa ha derramado 1.500 toneladas de desechos químicos en los ríos, y lo mismo ha ocurrido en Perú en el mes de junio de 2016.

Con razón nos dice Aparecida: “La riqueza natural de América Latina y El Caribe experimentan hoy una explotación irracional que va dejando una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región… tiene una enorme responsabilidad el actual modelo económico, que privilegia el desmedido afán por la riqueza por encima de la vida de las personas y de los pueblos”. (CELAM; 2007: AD 473).

  1. La Conversión y Seguimiento

De cara al pecado está la conversión y el perdón, por ello se nos invita a encontrarnos con la gracia que brota del amor salvador de Jesucristo. En medio de la crisis ecológica, provocada muchas veces por mí (cada persona) y mi sociedad, donde reconocemos el despilfarro de los bienes que Dios nos ha dado, se nos invita a volver a la casa del Padre, para juntos y juntas emprender la tarea de la reconciliación (El Hijo Pródigo).

La crisis ecológica existe porque nuestro pecado ha esclavizado la creación. Por eso Juan Pablo II nos invita a realizar una conversión ecológica cuando señala que: “La humanidad ha defraudado las expectativas divinas…humillando el jardín, que es la tierra nuestra morada. Es preciso pues, estimular y sostener la conversión ecológica”. (Pablo II; 2001).

Las personas ordinariamente nos hemos colocado como sujetos frente a la naturaleza que dominamos como si fuera objeto. Sin embargo, con los aportes de la ecología, cada vez es más corriente considerar la relación del ser humano con la naturaleza como entre sujetos. Así consideramos a la creación como una comunión de sujetos (ser humano – naturaleza). Afirmar que la naturaleza es un sujeto, es ratificar que la creación tiene un carácter dinámico relacional, y personal, un valor intrínseco, independientemente de cualquier valor utilitario.

La creación es el primer y mayor fruto de la redención, el acto fundamental de la salvación de Dios, porque se manifiesta como fuente del conocimiento de Dios y como camino para llegar hasta Él. Además la creación nos muestra la bondad de Dios, y cuando experimentamos esta bondad, nos dan ganas de darle gracias y de conocer a Dios de mejor manera. La creación se convierte así en el lugar del encuentro con Dios, y por tanto en el lugar de nuestra salvación. Dios se da así mismo en la Creación y trabaja para cada persona a través de ella.

En nuestra experiencia espiritual de la ecología podemos seguir al Cristo que nos manifiesta San Pablo cuando habla a los Colosenses:

“Él es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la Creación,

Porque en Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra,

…Todo fue creado por Él y para Él, Él existe con anterioridad a todo,

Y todo tiene en Él su consistencia…

Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la Plenitud,

Y reconciliar por Él y para Él todas las cosas”. (Col.1 15-20).

El seguimiento a este Cristo, que podemos llamar cósmico, intenta desarrollar una relación personal y dinámica con la creación como encarnación de Dios e impulsa una experiencia de la creación como camino hacia Dios. Esto supone que nos acercamos a la creación como contemplativos, experimentando a la tierra como el misterio de lo Divino, que se hace presente continuamente.

Como cristianos y cristianas acompañamos al Jesús que se encarnó en la naturaleza, que disfrutó con los lirios del campo, pescó en el mar de Galilea, convivió con el desierto, con la montaña y que supo encontrase con el Padre en la soledad del huerto. En definitiva, esto es lo que hacían los místicos. En San Juan de la Cruz leemos:

“¡Cómo disfrutaría fray Juan en este pequeño paraíso! Ya lo creo, sobre todo en eso huerto. Cuando salíamos a hacer la oración. En vez de llevar un libro y leer un punto de meditación, se sentaba ahí y nos hablaba de las maravillas de la creación. Sabía mirar como nadie la divina hermosura pintada en la naturaleza. Abría su alma y la nuestra al Dios que viste a las flores, que fluye en los arroyos, habita en los pajarillos, o arde como una fogata en los atardeceres de aquí… Luego os dispersaba para que cada uno encontrara su lugar preferido: junto a la fuente, en el monte, sentado en una roca, o allí arriba, donde se divisa un bello panorama”. (Lamet; 2009).

La vida y la experiencia de San Juan de la Cruz nos muestra como escuchar a Dios a través de la creación: “(…) y así todas estas voces hacen una voz de música de grandeza de Dios y sabiduría y ciencia admirable… y este mundo que contiene todas las cosas tiene ciencia de voz, que es la soledad sonora que decimos conocer el alma aquí, que es el testimonio que de Dios todas ellas dan de sí”. (Lamet; 2009).

El camino con Cristo que proponemos, pasa también por la cruz. Ese Cristo que sufre cuando ve que sus criaturas sufren; cuando ve que los bienes de la creación no llegan a todos y todas; cuando acompaña a quienes siguen con hambre; cuando siente que nuestras selvas desaparecen para ser sustituidas por cultivos industriales; cuando por extraer unos minerales de la tierra lo hacemos de tal manera que contaminamos toda la vida que existe en la superficie; cuando ve que no encontramos como curar VIH/Sida y que siguen muriendo millones de personas porque no llegan los retrovirales; cuando ve que algunos lugares desechan los alimentos que otras personas necesitan; cuando ve las manchas negras de petróleo en el mar, o los barcos arponeando a las ballenas, los barcos - fábrica que terminan con especies de peces porque llegan a reproducirse, o cuando ve las especies en extinción.

El grito de la tierra y el grito de los pobres es uno” (Conferencia Canadiense de Obispos Católicos).

“¿Estamos atentos al grito de la tierra misma?”.(Asamblea de Obispos de Québec).

Cristo también sufre con el cambio climático que se produce por el uso de combustibles fósiles. No somos capaces de poner freno, de darnos cuenta que los cambios se producen, y traen desgracias para el mundo. Parte del problema ecológico es la acumulación de riquezas, el consumo indiscriminado e innecesario al cual nos encamina el sistema, y por lo nos sometemos a corto plazo, sin mirar que la naturaleza se acaba irreversiblemente. Por ello, este sistema ha sido denunciado por el Papa como salvaje.

Nuestros místicos de hace unos siglos, eran capaces de escuchar a Dios a través de la creación, siendo entonces todas las voces agradables. Las personas místicas de la actualidad también escucharían, sino fuera porque ya no son claramente agradables, debido a que la naturaleza está herida, y en muchos casos herida de muerte.

La vida de Jesús no termina en la cruz. El viernes santo es el triunfo del mal sobre el bien, el triunfo de la muerte sobre la vida, el triunfo de la injusticia sobre la justicia, el triunfo de las tinieblas sobre la luz. Pero el sábado de gloria las cosas cambian para los y las creyentes, creemos en la resurrección como dice San Pablo, así si no creemos que la naturaleza se puede recuperar sería vana nuestra fe, porque en Jesucristo está la llamada a ser en plenitud (Col.1-27). Ahora estamos en el momento en que la naturaleza grita con dolores de parto, esperando que algún día aparezca en su plenitud.

La vida inserta en toda la creación está trabajando a favor de nosotros y nosotras. Sabemos que los lugares quemados con el tiempo y la lluvia se recuperan, por eso es hora que la humanidad descubra formas de mantener y mejorar naturalmente las semillas, de hacerlas producir, sin pensar que hay hierbas malas porque toda planta tiene un potencial genético desconocido.

Nos queda el reto de hacer los que nos dice Aparecida: “La mejor forma de respetar la naturaleza es promover una ecología humana abierta a la trascendencia, que respetando la persona y la familia, los ambientes y las ciudades, siga la inspiración paulina de recopilar todas las cosas en Cristo y de alabar con Él al Padre”. (CELAM; 2007: AD Nº126).

Y que esta espiritualidad no se quede en la contemplación, sino que nos lleve a la acción, para que recibamos el agradecimiento de la Iglesia como nos dice en Aparecida: “La Iglesia agradece a todos los que se ocupan de la vida y del hombre. Hay que darle particular importancia a la más grave destrucción en curos de la ecología humana”. (CELAM; 2007: AD 472).

Desde la promoción de los Derechos Humanos como de la relación ecológica podemos enriquecer nuestra espiritualidad, ellas son prácticas de las cuales Dios nos habla y a veces hasta nos grita.

REFERENCIAS

CELAM (1968): II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano Medellín, Colombia. Disponible en: http://www.diocese-braga.pt/catequese/sim/biblioteca/publicacoes_online/91/medellin.pdf

CELAM (1979): III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano Puebla, México. Disponible en: http://www.celam.org/doc_conferencias/Documento_Conclusivo_Puebla.pdf

CELAM (1992): IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano Santo Domingo, República Dominicana. Disponible en:

CELAM (2007): V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano Santo Aparecida, Brasil. Disponible en: http://www.celam.org/aparecida/Espanol.pdf

http://www.celam.org/doc_conferencias/Documento_Conclusivo_Santo_Domingo.pdf

Lamet, Pedro (2009): El Místico Juan de la Cruz. Editorial La Esfera. Madrid.

Pablo II, Juan (2001): Audiencia General. Santa Sede de El Vaticano. 17 de enero. Disponible en: w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/2001/documents/hf_jp-ii_aud_20010117.html

 

 

Para leer más puedes acceder al Libro Siembras del buen vivir: Entre utopías y dilemas posibles. ALER, Asociación Latinoamericana de Educación y Comunicación Popular (2016). Quito – Ecuador

 


[1] Referido al conjunto de prácticas y hábitos que sigue el asceta para conseguir la perfección moral y espiritual.

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Después de su llegada a la base aérea de Catam en Bogotá, el papa Francisco dio inicio a su Visita Apostólica a Colombia siendo recibido por niños, niñas y jóvenes con bailes, regalos y testimonios de vida. Luego, inició su recorrido hacia la Nunciatura Apostólica, acompañado de un importante número de fieles católicos, presentes en las calles de la capital colombiana.

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La agenda del papa continúa el 7 de septiembre en la capital colombiana, y el 8 de septiembre en Villavicencio, capital del departamento del Meta, en el centro del país, al sur de Bogotá.

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