Espiritualidad y Buen Vivir

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Autor: Miguel Angel Gullón[1] / Radio Seybo – Unión de Emisoras Católicas de República Dominica (UDECA)

El buen vivir como propuesta alternativa al desarrollo capitalista implica también un reconocimiento a la espiritualidad, que desafía el contexto dominante como un paradigma emergente hacia la vida. La espiritualidad es un espacio de compromiso con la realidad concreta y cercana que vivimos, desde y por los sectores tradicionalmente excluidos.

1. La Espiritualidad del Buen Vivir como Alternativa al Neoliberalismo Económico

Los pueblos originarios creen y sueñan en la tierra sin mal donde reine la armonía entre las personas y la naturaleza. En estos tiempos de cambio de época, en los que se hacen esfuerzos por recuperar la esperanza y el sentido mismo de la vida, la búsqueda de la tierra sin mal es una utopía que mueve los corazones y las mentes de muchas personas. “La crisis civilizatoria evidencia un debilitamiento en el modelo hegemónico capitalista y liberal, lo que se ha denominado un cambio de época que no solo es una oportunidad sino una necesidad imperiosa de una nueva utopía para la humanidad”. (Cianci; 2014:31). Se trata de un concepto amplio, completo y dinámico que expresa el espíritu de la cosmovisión indígena (Contreras; 2014: 50). “En este sentido, el Buen vivir aporta una nueva mirada acerca de los desafíos de la sustentabilidad y viene a recontextualizar desde América Latina la reflexión sobre las derivas socioeconómicas y ecológicas del proyecto eurocéntrico moderno de control racional cartesiano de la naturaleza”. (Vanhulst y Beling; 2013: 510).

Pero no se trata de vivir mejor que los otros y otras. “Vivir mejor es un concepto individualista, pues si alguien vive mejor ello implica que hay otro que vive peor. El Buen Vivir hace referencia a vivir en armonía, en equilibrio, es decir, respetando y asumiendo las diferencias, la diversidad, junto con las complementariedades. Se trata también de un vivir bonito, bello, implica una estrecha relación con la naturaleza, la que no es concebida como un banco inagotable de recursos, sino como la Pachamama, la Madre Tierra con la que están en indisoluble relación. Allí florece la vida con belleza y prodigalidad, allí crece el alimento, que a su vez exige de parte de los pueblos el cuidado, el respeto, la atención, el trabajo colectivo, la minga. En relación a la Pachamama se vive el cultivo y la crianza de los animales, así como la danza y la fiesta, todo supone respeto a ciclos naturales, y la sacralidad está presente en forma continua. Trabajo, culto y fiesta son inseparables”. (Ramos; 2015: 214).

La búsqueda de la tierra sin mal, la tarea de construir el buen vivir, la urgencia de encontrar caminos a la felicidad de los pueblos que no sean el consumismo o el desarrollo depredador, está en sintonía con los anhelos de muchas espiritualidades y culturas. Entre los movimientos de inspiración cristiana por ejemplo, la construcción del Reino de Dios en la tierra, encuentra muchos elementos comunes con las utopías indígenas que hoy iluminan las esperanzas en el mundo.

El nuevo paradigma emergente del buen vivir se plantea como una oportunidad para construir otra sociedad a partir del reconocimiento de diversos valores culturales existentes en el mundo y del respeto a la naturaleza. Esta concepción desnuda los errores y las limitaciones de las diversas teorías del mal llamado desarrollo. En un contexto en que se siente que la misma vida del ser humano y del plantea está en riesgo, se replantea el estilo de vida alternativa a la acumulación y la excesiva concentración, la competencia, y el consumo de bienes como fin y el uso de la naturaleza como un recurso. Los principios que adquieren mayor relevancia, desde una opción por el buen vivir, apuntan a la solidaridad, el respeto, la reciprocidad, la complementariedad, la equidad, la igualdad, la libertad, donde la racionalidad económica se reconcilie con la ética y el sentido común. (Contreras; 2014: 81).

Estamos identificados históricamente con la necesidad de construir un mundo más justo, más solidario, más fraterno y en armonía con el medio ambiente. Nuestras experiencias de educación y comunicación popular forman parte de los múltiples esfuerzos por el diálogo de culturas, la defensa del medio ambiente, el fortalecimiento de los espacios democráticos, la defensa de los derechos humanos y la construcción de una economía donde lo central no sea el dinero ni el mercado. (Contreras; 2014: 133).

Ya en nuestra América Latina y el Caribe comienza a ganar espacio el paradigma del Buen Vivir como alternativa al desarrollo. Es ésta una opción ratificada por comunicadores populares del continente: comunicación para la vida. Buen Vivir se traduce en un imperativo ético y en redes de solidaridad para superar las desigualdades, devolver la dignidad y recuperar la identidad de las personas como parte de sus comunidades y su pueblo. Pues, como afirma Gustavo Gutiérrez, “el pobre y marginado de América Latina es muchas veces poseedor de una cultura con valores propios y elocuentes que vienen de su raza, de su historia, de su lengua”. (Gutiérrez y Müller; 2013:141). Es nuestra tarea redescubrir ese potencial de valores oculto por vergüenza y hecho desaparecer por la imposición y avasallamiento de otras culturas invasoras. “Esta cosmovisión indígena está atravesada por una dimensión religiosa o trascendente. La vida es sagrada, toda vida, la Pachamama lo es, la comu­nidad y sus relaciones.

En las culturas ancestrales las ceremonias religiosas están integradas indisolublemente a la vida y tienen un carácter integra­dor. Religan al ser humano y a la naturaleza (ceremonias de siembra y cose­cha), religan a la comunidad (celebración de los distintos momentos de la vida), son ceremonias reconciliadoras y sanadoras (la enfermedad es concebida como falta de armonía, por lo tanto, se necesita volver al equilibrio). La espiritualidad lo impregna todo. No hay división entre mundo sagrado y mundo profano, ni tiempos ni espacios”. (Ramos; 2015: 216).

2.    La Espiritualidad Cristiana

Hablando en general, sin precisar, espiritualidad es una forma de vivir según o conforme a un espíritu. Situándonos en la órbita del cristianismo, espiritualidad significa “seguimiento de Jesús” (Gutiérrez; 1989: 14). Este seguimiento de Jesús encontrará distintas modalidades o caminos según cada persona. “Es el agua viva que surge en el fondo mismo de la experiencia de fe”. (Gutiérrez; 1989: 60). De aquí brota una experiencia espiritual, un vivir en el espíritu que nos hace reconocernos libres y hermanos/as de lo que nos rodea.

No se puede hablar de una espiritualidad concreta y que sirva para cualquier ambiente o época. Cada fase, movimiento o contexto histórico, arrastra su propia espiritualidad que viene configurada por unas personas concretas, de carne y hueso. Nace una espiritualidad que hace una lectura adecuada del Evangelio según el tiempo y lugar, pero no puede servir para siempre ya que el marco en el que se ha desarrollado cambia; otro factor a tener en cuenta, sería si ésta espiritualidad va renovándose, sabiendo actualizarse, por cierto, tarea bastante difícil de llevar a cabo.

3.    Una referencia constante a la realidad

“La espiritualidad latinoamericana se caracteriza claramente por una referencia fundamental constante a la realidad... Se trata de una doble referencia, tanto de origen como de finalidad. Partir de y volver a la realidad: he ahí el realismo nada mágico de la espiritualidad latinoamericana”. (Gutiérrez; 1989: 60). Esta espiritualidad, con todos los elementos que la forman, que la configuran, se apoya sobre unos elementos firmes; parte del análisis de la realidad; ésta hace de feed-back constante; me aventuro a afirmar que, si la espiritualidad no fuera cargada de esta primera experiencia, quedaría en un mero rito, una plegaria que se queda en palabras deslavazadas, sin hilo conductor. Pero la espiritualidad latinoamericana mira, observa, escucha con pasión la realidad evitando de esta forma la abstracción estéril; se abandona todo idealismo y espiritualismo, se ponen los pies en el suelo, se llega a un compromiso. (Gutiérrez; 1989: 47).

En América Latina, quien vive, quien está empapado de esta espiritualidad, considera muy importante, casi afirmaría que vital, ver la cruz... abrir los ojos... y decodificarla; ver las causas de tanto crucificado, sus raíces y el porqué de esta estructura maléfica. Es preciso, una sensibilización, una concientización profunda, un darse cuenta de que esa cruz no toca solamente a quien la lleva sino que todos debemos ser partícipes de ella en el sentido de tratar que desaparezca; ésta cruz nos afecta y nos responsabiliza (Casaldáliga; 1988: 42). Rápidamente puede encontrarse un ejemplo a tenor de esta afirmación: Jesús no cargó su cruz sino la Cruz. Quien se dice cristiano/a no debe pensar solamente en su propia cruz, en su propio pecado, debe reflexionar y preocuparse por el pueblo crucificado, por ese colectivo de varones y mujeres que en estos momentos son violados en sus más elementales derechos (Casaldáliga; 1988: 43). “La realidad martirial que se vive en América Latina nos devuelve a todos una de las grandes fuentes de toda espiritualidad: la experiencia sangrienta de la primitiva comunidad cristiana, débil frente al poder imperial de la época”. (Casaldáliga; 1988: 36).

4.    La Espiritualidad que nace de una Experiencia Concreta

“En el seno de las luchas, el pueblo oprimido y creyente se hace cada vez más agente de una manera de ser cristiano, de una espiritualidad”. (Casaldáliga; 1988: 41). Este pueblo creyente, oprimido y reprimido por siglos, caminante infatigable y celoso custodio de una fe que vive y celebra, ha ido dando vida, carne, sangre, esqueleto a una Iglesia comunitaria y activa que muchas veces no tiene las estructuras y jerarquías tradicionales, pero que avanza en el seguimiento de Jesús. Esta fe viva es la principal fuerza, el motor que aviva los corazones de todos, varones y mujeres, en el camino de hacer un mundo cada vez más humano.

Por quienes nos transmitieron las palabras que dijo Jesús sabemos que él vino a dar la buena noticia a los y las pobres, a anunciar a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista, la libertad al oprimido..., a anunciar la salvación del Señor. Esta forma de seguir al espíritu, de vivir conforme al espíritu, no nace de los libros, de los grandes tratados de espiritualidad, ni tampoco tiene muchas expresiones literarias.

Jesús vivió la experiencia del abba de una forma muy concreta, de una forma muy libre y abierta. De igual manera viven los empobrecidos su espiritualidad, su cercanía al Dios de la vida; no la han plasmado con la pluma, sino que la viven; quizás un día alguien sabrá escribirla, pero de momento, lo que vale es lo que se vive (Comblin; 1990: 642). “Su experiencia espiritual de base es la liberación integral” (Comblin; 1990: 641). La imagen que poseen de Dios está muy alejada de la que se tiene en nuestro mundo desarrollado; su Dios es un Dios de vida, que apuesta por el ser humano para que éste se realice, que llegue a su plenitud; se trata de un Dios cercano, de un Dios amigo, que camina al lado del ser humano y le impulsa a fraguar un cariño y amor fraternal hacia los que le rodean. En ningún modo este Dios pondrá cortapisas, será castigador o fiscalizará los fallos cometidos.

“El mito histórico centrado en el proceso de liberación constituye, en verdad, el territorio en el que se da la experiencia espiritual de un pueblo que afirma su derecho a la vida”. (Gutiérrez; 2013:41). En los países latinoamericanos el principal problema no es la libertad sino la supervivencia. Para Jesús de Nazaret, el plan original de Dios es que las personas tengan vida y vida en abundancia; Jesús hizo una clara opción por la vida. Este Dios de la vida destruye las falsas divinidades que siembran la muerte y la división entre los seres humanos y siembra semillas de participación, de trabajo, de paz, de justicia, de amor, y todo ello para que no quede desamparado y solo ante el constante avance de los valores de la cultura de muerte.

5.    Dimensión Teologal-Fundamental de la Espiritualidad

“Todo ser humano tiene una vida espiritual, pues, lo quiera o no, lo sepa o no, está abocado a confrontarse con la realidad y está dotado de la capacidad de reaccionar ante ella con utilidad”. (Sobrino; 1990 :452). No hace mucho, alguien señaló que el ser humano de esta nueva era que viene será contemplativo o no será. Casi puede decirse que hablar de vida espiritual es como de hablar de un pájaro con alas; todo ser humano vive su vida con espíritu; quiera o no, lo rechace, siempre habrá una realidad que le trasciende.

Es quizás una confusión frecuente el definir lo espiritual en contraposición a lo material. Se rechaza en ocasiones a quienes buscan una solución por la vía de la oración, del compartir la fe en común y ver cómo puede ayudar a solucionar algo. Lo material sería lo estático, lo sujeto a unas leyes concretas y posibles de razonar adecuadamente. “Espiritualidad es más bien el espíritu con que se afronta lo real, la historia en que vivimos con toda su complejidad”. (Sobrino; 1990 :453).

Dios se hace presente en esta realidad, en la parte material que reivindican algunos. El misterio de Dios se hace patente al igual que la trascendencia en la historia. Ser honrado, fiel a la realidad, son actos de espíritu que todo ser humano realiza (Sobrino; 1990 :458). La respuesta a los imperativos de esta realidad hará posible una cercanía de Dios en la historia. Se descubre de esta forma la presencia de Dios y se aprende a escuchar su palabra.

La profunda religiosidad del pueblo latinoamericano arranca de esa connaturalidad para descubrir el misterio. El Espíritu y los espíritus forman parte de la cosmovisión de la mitología y de la cotidianidad”. (Casaldáliga y Vigil; 1993: 83).

6.    Espiritualidad que nace de la Opción por los y las Pobres.

“La novedad del Espíritu se manifiesta objetivamente en la irrupción de los pobres, y desde ellos se vuelve a releer el homo versus que es Jesús”. (Sobrino; 1990 :460). Los grandes tratados de espiritualidad, a los que el ser humano ha acudido durante mucho tiempo, para atisbar donde se podría encontrar a Dios y cómo llegar hasta él se están quedando caducos. La meditación interior, el alejamiento del mundanal ruido, los sacrificios infringidos al cuerpo, son muletas y apoyos que no nos sirven para encontrar hoy al verdadero Dios de Jesús. Quizás esté condenando una práctica de espiritualidad que ha estado vigente durante mucho tiempo, pero pienso que el diálogo con Dios debe partir de esta realidad y en la medida que el ser humano de oración sintonice con los problemas y necesidades que le rodean, así será de fructífero el diálogo.

“Seguimiento de Jesús y opción por los pobres, como formulación actual de la espiritualidad cristiana, tienen su propia afinidad” (Sobrino; 1990 :461). El mensaje programático de Jesús sólo tendrá sentido desde esta opción de Dios por los y las pobres de este mundo, huérfanos y viudas, a quienes se marginan y desprecian. Al igual que Jesús, que descendió a nuestra condición humana para incluirnos dentro del plan de salvación, el ser humano debe ver en cada rostro desfigurado la imagen del crucificado.

El hecho de encarnarse en la pobreza es fundamental para la espiritualidad actual. Desde la sencillez, desde el no poseer nada, del no tener nada que perder, es como el acercamiento al Dios de la vida se hace más fácil. El Dios santo, el Dios lejano y más allá de nosotros y nosotras se convierte en el Dios cercano como reza el versículo del evangelio: “lo que hicierais con quien necesita de... eso mismo lo hacéis conmigo”, en definitiva, “los pobres son lugar de experiencia espiritual, de encuentro con Dios”. (Sobrino; 1990 :462).

Referencias

Casaldáliga, Pedro (1988): El vuelo del Quetzal. Koinonia. Panamá.

Casaldáliga, Pedro y Vigil, J. M. (1993): Espiritualidad de la liberación. Ediciones Sal Terrae. Guatemala.

Cianci Bastidas, María (2014): Apuntes reflexivos sobre Educación y Comunicación Popular. El poder de la palabra. En América Latina en movimiento, Nº 499. Agencia Latinoamericana de información (ALAI). Quito.

Comblin, José (1990): Espíritu Santo. En: Ellacuría, Ignacio y Sobrino, Jon: Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación. Vol. I. Madrid.

Contreras Baspineiro, Adalid (2014): Sentipensamientos. De la comunicación-desarrollo a la comunicación para el vivir bien. CIESPAL, ALER. Quito.

Gutiérrez, Gustavo (1989): Beber en su propio pozo. Ediciones Sígueme. 6ta edición. Salamanca.

Gutiérrez, Gustavo y Müller, G. L. (2013): Del lado de los pobres Teología de la Liberación. San Pablo. Madrid.

Ramos, Rosa (2015): Sumak Kawsay, suma Qamaña, tekopora vida buena. Una propuesta de la sabiduría indígena. En M. Trejo y R. Hermano (org.): La reforma de la iglesia en tiempos de discernimiento. Revista Misión. Montevideo.

Sobrino, Jon (1990): Espiritualidad y seguimiento de Jesús. En: Ellacuría, Ignacio y Sobrino, Jon: Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación. Vol. I. Madrid.

Vanhulst, Julien y Beling, A. (2013): El Buen vivir: una utopía latinoamericana en el campo discursivo global de la sustentabilidad. Polis. Revista Latinoamericana. Nº 36, p 510. Disponible en: https://polis.revues.org/9638

 

Para leer más puedes acceder al Libro Siembras del buen vivir: Entre utopías y dilemas posibles. ALER, Asociación Latinoamericana de Educación y Comunicación Popular (2016). Quito – Ecuador


[1] Fraile Dominico. Director de Radio Seybo así como de la ONG Acción Verapaz en República Dominicana. Promotor de Justicia y Paz en América Latina y el Caribe. Profesor en el Centro de Teología Santo Domingo de Guzmán.

 

 

 

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