Miguel Ángel Gullón[1]
Los pueblos guaraníes que habitan hoy las tierras del Paraguay, y zonas de la Argentina, Bolivia y Brasil están convencidos de que un día volverá a existir la «Tierra sin mal». Una tierra, donde todo será armonía, a nadie le faltará nada y todos los seres convivirán en perfecta armonía con la naturaleza, la madre tierra y los dioses. La cultura guaraní tiene ese convencimiento porque esa «Tierra sin mal» ya existió antes. Cuenta la leyenda que en la primera tierra «Yvy Tenonde» los seres humanos convivían con los dioses, no había enfermedades y no faltaba nunca el alimento. Sin embargo, por faltas cometidas, los dioses destruyeron esa tierra y se fueron a vivir a una morada celestial. Los sobrevivientes entonces pasaron a habitar una tierra imperfecta, con enfermedades, dolores y sufrimientos. Por esta razón, los seres humanos que habitan esta nueva tierra «Yvy Pyahu», tienen la misión de encontrar los caminos que los conduzcan a la primera tierra, a la «Tierra sin mal». «En este sentido ‒dicen J. Vanhulst y A. E. Beling‒, el Buen vivir aporta una nueva mirada acerca de los desafíos de la sustentabilidad y viene a re-contextualizar desde América Latina la reflexión sobre las derivas socioeconómicas y ecológicas del proyecto eurocéntrico moderno de control racional cartesiano de la naturaleza»[2].
En estos tiempos de cambio de época, en los que se hacen esfuerzos por recuperar la esperanza y el sentido mismo de la vida, la búsqueda de la tierra sin mal, se ha convertido en una tarea de millones de personas. "La crisis civilizatoria evidencia un debilitamiento en el modelo hegemónico capitalista y liberal, lo que se ha denominado un cambio de época que no solo es una oportunidad sino una necesidad imperiosa de una nueva utopía para la humanidad"[3]. Y el camino, o los caminos hacia esa utopía nos llegan nuevamente desde nuestros pueblos ancestrales, desde los pueblos indígenas de América Latina. En idioma quechua, ese camino se llama «Sumak Kawsay»; en aymara, «Suma Qamaña»; en guaraní la expresión sería «Teko Porá», en el idioma mapuche: «Küme mogen y en queqchí: Chaab’il li qayuam». La traducción al español es «Buen Vivir» o «Vida Buena». Se trata de un concepto amplio, completo y dinámico que expresa el espíritu de la cosmovisión indígena[4].
Pero no se trata de «vivir mejor» que los otros. «Vivir mejor es un concepto individualista, pues si alguien vive mejor ello implica que hay otro que vive peor. El “Buen Vivir” hace referencia a vivir en armonía, en equilibrio, es decir, respetando y asumiendo las diferencias, la diversidad, junto con las complementariedades. Se trata también de un Vivir Bonito, Bello, implica una estrecha relación con la Naturaleza, la que no es concebida como un “Banco” inagotable de recursos, sino como la Pachamama, la Madre Tierra con la que están en indisoluble relación. Allí florece la vida con belleza y prodigalidad, allí crece el alimento, que a su vez exige de parte de los pueblos el cuidado, el respeto, la atención, el trabajo colectivo, la “minga”. En relación a la Pachamama se vive el cultivo y la crianza de los animales, así como la danza y la fiesta, todo supone respeto a ciclos naturales, y la sacralidad está presente en forma continua. Trabajo, culto y fiesta son inseparables»[5].
La búsqueda de la «tierra sin mal», la tarea de construir el «buen vivir», la urgencia de encontrar caminos a la felicidad de los pueblos que no sean el consumismo o el desarrollo depredador, empata con los anhelos de muchas espiritualidades y culturas en el mundo entero. Entre los movimientos de inspiración cristiana, por ejemplo, la construcción del Reino de Dios en la tierra, encuentra muchos elementos comunes con las utopías indígenas que hoy iluminan las esperanzas en el mundo.
El nuevo paradigma emergente del Buen Vivir se plantea como una oportunidad para construir otra sociedad a partir del reconocimiento de diversos valores culturales existentes en el mundo y del respeto a la Naturaleza. Esta concepción desnuda los errores y las limitaciones de las diversas teorías del mal llamado «desarrollo». En un contexto en el que se siente que la misma vida del ser humano y del plantea está en riesgo, se replantea el estilo de vida alternativa a la acumulación y la excesiva concentración, la competencia, y el consumo de bienes como fin, y el uso de la Naturaleza como un recurso. Los principios que adquieren mayor relevancia, dese una opción por el «buen vivir», apuntan a la solidaridad, el respeto, la reciprocidad, la complementariedad, la equidad, la igualdad, la libertad, donde la racionalidad económica se reconcilie con la ética y el sentido común[6].
El esquema neoliberal que apuesta por la civilización de la desigualdad, pierde vigencia al mostrarse como un sistema que no resuelve las desigualdades, sino que las necesita, las promueve y las refuerza. Los valores fundamentales del capitalismo se nutren de la desigualdad, de la inequidad, de la explotación de la mano de obra y de la naturaleza. A este respecto nos dice O. Felipe Giraldo lo siguiente:
«Ante las ideologías que nos “hacen ver” la Tierra como objeto y la naturaleza como recurso, el discurso utópico del Buen Vivir nos la «hacer ver» como Madre y ser vivo. Frente a la concepción ontológica de nuestro “yo” autónomo, solitario e independiente, las metáforas nos “hacen vernos” como conectados, dependientes y complementarios de nuestra gran comunidad biótica y humana. En oposición al concepto del mundo en proceso incansable de progreso y desarrollo, se nos presenta como un complejo en equilibrio al que debemos insertarnos armónicamente. En contraste de la racionalidad concebida a partir del individuo, se nos “hace ver” la vida como una interrelación comunal en la cual no podemos estar bien si los demás están mal. En lugar del Vivir Mejor que en el presente y que las otras personas, se nos presenta el Vivir Bien como plenitud y sobreabundancia del ser»[7].
El Buen Vivir como alternativa al desarrollo es un largo proceso de construcción, de generación de cambios dentro del mismo capitalismo, desatando un verdadero proceso de construcción colectiva, de democratización comunitaria en todos los ámbitos de la vida del ser humano. Los autores J. Vanhulst y A. E. Beling hablan del «Buen Vivir» en los siguientes términos:
«El Buen vivir sintoniza con otros muchos discursos contemporáneos que apuntan a transformar el modelo cultural dominante y sus patrones de producción y consumo con el fin de responder a los imperativos de la sustentabilidad (tales como el discurso de la economía ecológica, del decrecimiento, o el del ecosocialismo), de cuya combinación dialógica podría emerger un nuevo modelo cultural moderno y trans-cultural, que no se asocie unívocamente a un discurso particular, sino que se constituya en el lugar de encuentro, en el punto de convergencia entre los diversos discursos contra-hegemónicos en el campo discursivo del desarrollo sostenible»[8].
El Buen Vivir pretende buscar opciones de vida digna y sustentable, que de ninguna manera pueden ser una copia del estilo de vida occidental. El reto de la humanidad es cómo procesar una nueva forma de organizar la vida, reconociendo los límites naturales y asegurando una sustantiva y sustentable mejoría de las condiciones de vida de los sectores empobrecidos. El Buen Vivir no pretende acumular, sino una economía de lo suficiente y decente para todos.
Las alternativas, surgen como respuestas frente a las inequidades e injusticias del capitalismo, el desarrollismo, el progreso que sin medida han demostrado un único destino: la muerte. La simbólica y la concreta, la muerte que nos acecha por la falta de solidaridad, reciprocidad y valores que reconozcan las disputas de sentidos, que promovemos con la participación plural de todas las voces. Si bien la denuncia permanente ha sido un espacio colectivo de luchas históricas, dadas las vulneraciones y demandas sociales, no es suficiente, hay que sumar los esfuerzos que contagian compromiso con cambios concretos en la cotidianidad de nuestros pueblos.
Creo que se puede evitar un destino fatalista, pues América Latina es el Continente de la Esperanza. El Buen vivir es un proceso en construcción, una propuesta inacabada en la que nos cobijamos como ese espacio de diálogo y diversidad en defensa de la vida en todas sus formas de convivencia planetaria. Hay muchas formas de entender el buen vivir, el vivir bien, la vida digna, la tierra sin mal, el mundo justo y solidario tan urgente e indispensable.
Hay muchos caminos, senderos, incluso atajos, así como transiciones para aspirar al Buen Vivir. Si el consumo hasta ahora se plantea como infinito, el planeta no lo es; por ello hay que repensar y re-actuar las condiciones de producción y de vida pensando en el futuro sostenible. Si bien inspirado en la cosmovisión andina e indígena en general, el buen vivir propone desafíos para los contextos urbanos contemporáneos, atravesando todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Es vital impulsar los encuentros en favor de la vida, y reorientar lo que en otro tiempo tenía el desarrollo como meta y fin. Defender la utopía sigue siendo la apuesta por el Buen vivir, este compromiso político y ético se nos hace impostergable. Las diversas experiencias de comunicación y educación popular, de las que forman parte la mayoría de las emisoras populares, comunitarias, educativas y evangelizadoras de América Latina, han trabajado en las últimas cuatro o cinco décadas promoviendo muchos de los principios básicos que hoy conforman la filosofía del Buen Vivir.
Estamos identificados históricamente con la necesidad de construir un mundo más justo, más solidario, más fraterno y en armonía con el medio ambiente. Nuestras experiencias de educación y comunicación popular forman parte de los múltiples esfuerzos por el diálogo de culturas, la defensa del medio ambiente, el fortalecimiento de los espacios democráticos, la defensa de los derechos humanos y la construcción de una economía donde lo central no sea el dinero ni el mercado[9].
Ya en nuestra América Latina y el Caribe comienza a ganar espacio el paradigma del Buen Vivir como alternativa al desarrollo. Desde la perspectiva bio-céntrica de este paradigma, la sostenibilidad implica cultivar las relaciones, los significados y prácticas que generan sustento y dan sentido a todas las formas y modos de vida. El Buen Vivir significa otra filosofía de vida en la cual no hay un estado superior al que aspirar ni un estado inferior a superar. Cada comunidad imagina, acuerda y construye sus modos de vida. En síntesis, todo lo que ha sido organizado para el «desarrollo» ahora es reorientado para la vida.
Y ésta es de nuevo una opción ratificada por comunicadores populares del continente: comunicación para la vida. Buen Vivir se traduce en un imperativo ético y en redes de solidaridad para superar las desigualdades, devolver la dignidad y recuperar la identidad de las personas como parte de sus comunidades y de su pueblo. Pues, como afirma G. Gutiérrez, «el pobre y marginado de América Latina es muchas veces poseedor de una cultura con valores propios y elocuentes que vienen de su raza, de su historia, de su lengua»[10]. Es nuestra tarea redescubrir ese potencial de valores, oculto por vergüenza y hecho desaparecer por la imposición y avasallamiento de otras culturas invasoras.
El eje o motor del Buen Vivir es la vida en comunidad o la convivencia entre diversos, donde la existencia de uno depende no solo de sí mismo, sino de la de los otros y de la naturaleza y cosmos que nos dan vida; y donde la felicidad de uno es también la de los otros y la felicidad de los otros es la de uno mismo. O sea que debemos pensarnos como parte de una sociedad y de un planeta. El mundo no empieza ni acaba en uno mismo. Este paradigma del Buen Vivir promueve una sociedad donde estén presentes el bien común, la solidaridad, la igualdad, la justicia, la pacífica convivencia. A este respecto nos dice O. Felipe Giraldo:
«Los principios de la relacionalidad, complementariedad, correspondencia y reciprocidad se expresan en el concepto del Buen Vivir, que en todo su esplendor significa la “vida en plenitud”, el hecho de ser y estar tan lleno que se es sobreabundante. Es estar bien consigo mismo, lo que por definición significa vivir en armonía, respeto y equilibrio con lo existente, por medio de la comprensión de que todo está interconectado con lo demás. Esla experiencia plena de una vida encada en las relaciones armónicas y equilibradas entre los miembros de la gran comunidad de la Madre Tierra, entre los que están incluidos, por supuesto, los seres humanos. Es la vida gozosa en la cual la múltiple interrelacionalidad entre sujetos conectados en una compleja red produce bienestar, placer y felicidad. Es una manera de concebir la vida asociada con el bienestar de la Madre Tierra y de los seres humanos en su conjunto»[11].
También la Encíclica Laudato Si' del papa Francisco, afirma el principio del Bien Común como «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección»[12], para que las personas satisfagan sus derechos básicos e inalienables y para su desarrollo integral con un llamado a la solidaridad y la opción preferencial por los pobres. Es una invitación a relacionarse de un modo distinto con los otros, aceptando y respetando tanto la igualdad como las diferencias. Se configura cada vez más claramente un escenario de complejas disputas. En esas disputas, se han empoderado nuevas expresiones ciudadanas de jóvenes, mujeres, indígenas, grupos campesinos, entre otros, con una mayor incidencia en las políticas públicas orientadas al Buen Vivir, tanto en los gobiernos nacionales como locales[13].
Se plantea como una oportunidad para construir otra sociedad, a partir del reconocimiento de diversos valores culturales existentes en el mundo y del respeto a la Naturaleza. Esta concepción desnuda los errores y las limitaciones de las diversas teorías del llamado «desarrollo». En un contexto en que se siente que la misma vida del ser humano y del planeta está en riesgo, se replantea el estilo de vida alternativa a la acumulación y la excesiva concentración, la competencia, y el consumo de bienes como fin y el uso de la Naturaleza como un recurso.
El Buen Vivir es una cosmovisión de la vida en armonía, es una convivencia que apuesta por una existencia individual y colectiva digna, sin opulencias, sin angustias, suficiente, equitativa, donde la felicidad no se mide por la cantidad de bienes que se poseen, sino por la satisfacción individual y colectiva, material y espiritual. Por eso se dice también que es la vida en plenitud. R. Ramos nos habla de esta cosmovisión indígena en los siguientes términos:
«Esta cosmovisión indígena está atravesada por una dimensión religiosa o trascendente. La vida es sagrada, toda vida, la pachamama lo es, la comunidad y sus relaciones. En las culturas ancestrales las ceremonias religiosas están integradas indisolublemente a la vida y tienen un carácter integrador. Religan al hombre y a la naturaleza (ceremonias de siembra y cosecha), religan a la comunidad (celebración de los distintos momentos de la vida), son ceremonias reconciliadoras y sanadoras (la enfermedad es concebida como falta de armonía, por lo tanto, se necesita volver al equilibrio). La espiritualidad lo impregna todo. No hay división entre mundo sagrado y mundo profano, ni tiempos ni espacios»[14].
El Buen Vivir es una propuesta política, traducida filosófica y programáticamente en alternativas de sociedad.
[1] Director de Radio SEYBO y UDECA. Fragmento de su Tesis Doctoral Presentada en 2016 ante la Pontificia Facultad de Teología San Esteban. Salamanca – España.
[2] J. Vanhulst y A. E. Beling, «El Buen vivir: una utopía latinoamericana en el campo discursivo global de la sustentabilidad», Polis. Revista Latinoamericana 36 (2013) 510.
[3] M. Cianci Bastidas, Apuntes reflexivos sobre Educación y Comunicación Popular. El poder de la palabra, en "América Latina en movimiento", Quito 2014, n. 499, p. 31.
[4] Cf. A. Contreras Baspineiro, Sentipensamientos. De la comunicación-desarrollo a la comunicación para el vivir bien, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito 2014, p. 50.
[5] R. Ramos, Sumak Kawsay, suma Qamaña, tekopora «vida buena». Una propuesta de la sabiduría indígena, en M. Trejo y R. Hermano (org.), La reforma de la iglesia en tiempos de discernimiento, Ediciones Amerindia, Montevideo 2015, p. 214.
[6] Cf. A. Contreras Baspineiro, Sentipensamientos…, p. 81.
[7] O. Felipe Giraldo, Utopías en la era de la supervivencia. Una interpretación del Buen Vivir, Itaca, México 2014, p. 118.
[8] J. Vanhulst y A. E. Beling, El Buen vivir: una utopía latinoamericana…, p. 513
[9] Cf. A. Contreras Baspineiro, Sentipensamientos…, p. 133.
[10] G. Gutiérrez, ¿Dónde dormirán los pobres?, en G. GUTIÉRREZ y G. L. MÜLLER, Del lado de los pobres…, p. 141.
[11] O. Felipe Giraldo, Utopías en la era de la supervivencia…, p. 113.
[12] LS 156-158.
[13] Cf. A. Contreras Baspineiro, Sentipensamientos…, p. 149.
[14] R. Ramos, Sumak Kawsay, suma Qamaña, tekopora «vida buena»…, p. 216.