Condiciones de vivienda en las urbes de América Latina y El Caribe

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Saludos audiencias de las radios comunitarias de América Latina y el Caribe.

Podría comenzar este comentario con estadísticas que nos hablen de las terribles condiciones en la que se encuentran las viviendas de millones de personas en nuestra región. Pero prefiero contarles, o compartir el dolor y la impotencia por lo que sucedió en una vivienda cercana a mi casa en la ciudad de Viedma, en el norte de la Patagonia argentina.

Eran las 3 de la mañana y me despertaron los gritos de unos vecinos. Comencé a sentir olor a humo y llamé a los bomberos con desesperación. Era una vivienda que se estaba incendiando. Cada vez llegaba más humo y a cada minuto crecía la desesperación de un hombre que gritaba.

Dejé a mis hijos asustados en mi casa y me caminé hasta la cuadra de donde llegaba el humo. Encontré algunos vecinos que repetían… que la ambulancia se había llevado a algunas personas, … que otras no habían podido sacarlas de la habitación quemada, … que fue muy rápido, … que allí había muchos niños. Regresé a mi casa. En mi cabeza y la de mis hijos seguían resonando los gritos que nos habían despertado.

A la mañana siguiente se supo. En esa habitación que se incendió vivían Débora Huayquillán, una madre joven y su pareja Jonhatan Sanzana con sus 6 hijos de entre 1 y 12 años: Ayelén, Félix, Yahir, Maximiliano, Luján y Natacha. La madre y los niños habían muerto en el incendio. El padre, con la mayoría de su cuerpo quemado, moriría unos días después.

Ninguna estadística puede dar cuenta de este dolor que nos conmueve. Y repito los nombres para no decir solamente que 6 niños y sus padres murieron por el incendio de su vivienda.

Ahora sí, reconociendo el dolor que nos atraviesa, puedo buscar estadísticas. Alrededor de 50 millones de niños, niñas y adolescentes de zonas urbanas de América Latina y el Caribe subsisten en condiciones de pobreza, sin poder acceder a las ventajas que ofrecen las ciudades en términos de acceso a servicios y calidad de vida. Pero aún quienes viven en las ciudades, como esta familia, también están en riesgo.

Y otra cifra que da mucha bronca. A dos cuadras de la casa incendiada están las oficinas que tienen que dar respuesta a la falta de vivienda. Ahí nomás. Hay presupuesto asignado para ayudar a estas familias que no tienen una vivienda digna en nuestra provincia, la provincia de Rio Negro, pero esos fondos no se ejecutan. Esa plata no se gasta, y se desvía para otros fines. Me pregunto: ¿qué herramientas tenemos para exigir que esos fondos lleguen a las familias que viven hacinadas, que otras vidas tenemos que perder para reaccionar?

Hoy, desde este rincón del continente que es la Patagonia argentina, lloramos la muerte de esta familia diciendo que no fue tragedia, que muestra la necesidad de tener viviendas dignas. No nos olvidamos de las estadísticas, pero aquí en el barrio se extraña Jonathan, a Débora, Ayelén, Félix, Yahir, Maximiliano, Luján y Natacha.

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