Su mirada y sonrisa fueron acogedoras. Su rostro me pareció conocido, como conocida era la comunidad que nos juntaba: Guadalupe en el municipio de Santa Fe, Colón. Antes de iniciar la plática que nos llevaba a ese lugar de hermosa playa con aguas cristalinas y mujeres que luchan, me brindó un saludo acogedor, “un gusto, soy Belinda David”.
Por algunos segundos me quedé callada, para luego salté con la primera pregunta: es familia de Medeline David, Belinda sonríe y me contesta, es mi hermana. Claro, tenía que ser así, mujeres fuertes, de sangre guerrera que pese a la violencia estructural-patriarcal luchan, no se detienen para lograr que su comunidad esté libre de extranjeros que quiere privatizar sus playas, denigrar su cultura y expropiar sus tierras.
Belinda David, es una joven que lidera una cooperativa en la comunidad Guadalupe, integrada por mujeres que busca el acceso al territorio desde la visión de una vivienda como un derecho humano, además de promover la defensa de los bienes comunes, la identidad cultural y la autogestión para el buen vivir.
Esa tarde, un día antes de la conmemoración de los 222 años de la llegada de los negros y las negras a Honduras, ella junto a un grupo de mujeres, acompañadas de un buen tambor, iniciaron la construcción de la Casa de la Cultural, ese centro que es el inicio de las construcciones que harán como espacio organizativo que promoverá la fabricación a base de adobe y materiales no industrializados, esos que los da gratis la naturaleza. Así como ellas, otro grupo de campesinas y campesinos en la Guadalupe Carney y la comunidad Pech del municipio de Trujillo, construyen sus viviendas sostenibles y ecológicas.
En este proceso de la cultura del “buen construir” que busca consolidar un movimiento social para la fabricación de viviendas, además de la organización para el reclamo de sus derechos, es acompañado por la Fundación San Alonzo Rodríguez, FSAR, a través de la campaña “UN TECHO, MI DERECHO”, que pretende concientizar a la población sobre su derecho humano a una vivienda digna, Incidir en los tomadores de decisiones para la aprobación de una ley de vivienda, que incluya la visión de las organizaciones de sociedad civil en coordinación con los gobiernos locales y el nacional, y Promover un modelo cooperativo de vivienda sustentable.
Más allá de la construcción de la vivienda, que para una familia pudiera ser el fin, para Belinda y demás compañeras no se queda allí. Ellas tienen claro que buscan ser constructoras de las bases que quieren para esta comunidad que está en la mira de empresarios canadienses que buscan la instalación de proyectos turísticos que irrespetan los títulos ancestrales.
Un paraíso terrenal
En medio de la Bahía de Trujillo, está Guadalupe, una comunidad garífuna que libra una resistencia para evitar el despojo de sus tierras ancestrales. En la última década empresarios canadiense se han apropiado de miles de hectáreas para la construcción de complejos turísticos. Las mujeres luchan por cuidar lo que consideran sagrado: su territorio y cultura.
El municipio de Santa Fe es parte de la Bahía de Trujillo, uno de los rincones con mayor riqueza natural y un acumulado histórico muy importante, en ese lugar tocó tierra firme por primera vez Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje en 1502. Casi tres siglos después, en 1797 llegaron los garífunas de San Vicente, fecha en la cual el Estado hondureño entregó esos territorios a los negros que se ubicaron en las comunidades de Rio Negro y Cristales.
Ese atractivo histórico se complementa con las hermosas playas de arena blanca y aguas cristalinas, belleza que aumenta cuando usted levanta la mirada y encuentra el verde de los cerros Capiro y Calentura. Cerros con decenas de ríos que alimentan de agua a todas las comunidades de la Bahía.
Ese paraíso es una bendición, pero en la última década ha sido la causa de las amenazas que sufren las comunidades. La codicia de empresarios extranjeros en complicidad con el Estado, lograron la instalación de proyectos turísticos en la zona, a pesar del rechazo de las comunidades que cuentan con títulos colectivos, que según la ley no pueden ser vendidos porque representan el sustento de las comunidades garífunas asentadas en la zona.
Territorio de Mujeres
Las comunidades garífunas y particularmente Guadalupe demuestran la fuerza y compromiso de las mujeres, quienes exponen sus cuerpos y vida entera en una lucha que consideran debe librarse si quieren conservar su territorio. Belinda pasó de denunciar y defender la tierra a presentar una propuesta concreta de construir desde la colectividad, desde lo comunal, para lograr que la cultura y organización se conserven.
Belinda sabe los peligros a los que se expone. En carne propia vive la brutalidad de una institucionalidad que castiga a quienes defienden los bienes naturales, su hermana Medeline David libra un proceso judicial por defender un predio que le pertenece a la comunidad. A pesar de contar con un título ancestral, el empresario canadiense Patrick Forsen lo reclama, aunque ellas viven allí desde que nacieron, al igual que su madre, su abuela, sus ancestras.
Belinda, Medeline y el resto de mujeres de la comunidad Guadalupe en el caribe hondureño, nos recuerdan el amor por esta Honduras, nos interpelan a luchar, a defender el territorio y nuestros cuerpos. A construir una patria/matria donde nadie esté por encima de la ley, donde la dignidad humana sea el fin máximo, donde la lucha por el territorio y bienes naturales sea un hermoso gesto entrega y no el proceso criminal que ahora enfrentan tantos hombres y mujeres.
Belinda, su fuerza, resistencia, sonrisa, ritmo y amor por su comunidad nos marcan el camino, allí estamos llamadas todas.
Fuente: Radio Progreso