En este proceso de construir nuevos imaginarios sociales hacia una Colombia reconciliada y en paz existe un gran aliado en el territorio: las radios comunitarias.
Desde hace casi dos décadas el espectro de la radiodifusión cuenta con más de seiscientas emisoras que acompañan la vida cotidiana de sus poblaciones. En estos años han buscado constituirse en el escenario donde confluyen procesos sociales y culturales que ayudan a fortalecer los lazos de pertinencia hacia lo local, de creación de memoria colectiva y donde se recreen imaginarios de futuro. En la búsqueda de una sociedad reconciliada y un territorio en paz, la radio comunitaria tiene la oportunidad de jugar un papel protagónico por su función informativa, comunicativa y educativa, que la diferencia de la radio comercial. La comunicación puede ayudar a transformar los imaginarios colectivos, y los radialistas locales están llamados a participar en esa construcción.
La intervención de la ciudadanía en los asuntos públicos es un componente vital para consolidar una democracia participativa. Para ello, necesita acceso a información amplia y suficiente sobre los temas que son de relevancia y generan cohesión social, como la construcción de la paz. La ciudadanía necesita del contexto de los acontecimientos para saber cómo opinar y de qué forma participar en las decisiones. La información como derecho fundamental no es un lujo, es una exigencia en las sociedades actuales para quienes están tras los micrófonos, sobre todo en el ámbito local.
Hoy más que nunca las radios comunitarias deben cumplir con su objeto misional de fomentar la cultura de la convivencia y la paz desde el reconocimiento, el respeto y el diálogo entre las diversas identidades del territorio, dando relevancia y prioridad a sus memorias, relatos y todas aquellas historias que le dan a un lugar las características sociales y culturales que lo identifican. Los micrófonos de la radio comunitaria deben estar dispuestos para esto. No es posible pensar en un territorio en paz y reconciliado, sin el desarme de la palabra, sin el respeto y la tolerancia por la opinión ajena, sin una ciudadanía dispuesta a escuchar, consultar, debatir, e interesada en conocer cómo la negociación entre el gobierno y la guerrilla y su refrendación se vinculan con su vida personal y comunitaria. La radio tiene la responsabilidad de hacer que esto suceda. Le obliga su compromiso ético de construir información equilibrada, bien investigada y que narrativamente responda a los ritmos sonoros de la ciudadanía a la cual se debe.
En la comunicación local está la clave para una pedagogía de paz eficiente que permita la construcción de nuevos imaginarios que impacten con fuerza en la sociedad, y que facilite en los territorios la construcción de relaciones de confianza entre sus habitantes y pobladores. La radio comunitaria debe convencerse de que su función va más allá de ser una caja de resonancia musical e informativa. Su proyecto político, comunicativo, educativo y cultural debe estar cimentado en los valores y principios que fomentan la democracia, la participación ciudadana y la organización solidaria. Siendo concientes de la complejidad histórica del momento, creemos que estamos ante un panorama que requiere una inyección de vitamina C: Creatividad, Crítica, Confianza, Cuidado, actuación en Colectivo, ánimo Colaborativo, Compromiso, Corazón y participación de la Comunidad.
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Fuente: Ivonne Janeth Pico Flórez y Fernando Tibaduiza Araque - Red de medios de comunicación comunitaria de Santander (Resander)