La adaptación al cambio climático y la resiliencia ante riesgos tiene rostro de mujer. En los barrios de El Alto y en las laderas de La Paz son las mujeres quienes no solo se capacitan en gestión de riesgo sino que se convierten en constructoras de sistemas de cosecha de agua de lluvia. Son ELLAS las que garantizan la vida, edificando el futuro.
De estrés hídrico y conflictos
Doña Paulina Condori vive en el barrio Atalaya de El Alto, ciudad altiplánica de más de un millón de habitantes, a cuatro mil metros de altura. “Me vine a la ciudad cuando en 1993 la sequía puso en riesgo nuestra supervivencia en el campo.” Este destino comparte Paulina con miles de habitantes alteños. Familias campesinas aymara quienes, azotadas por la falta de lluvia abandonaron las provincias rurales del departamento de La Paz para venirse a la ciudad. Pero debido al calentamiento global y al cambio climático, la sequía vino detrás de ellos. Cada vez con mayor frecuencia las personas en El Alto como también en las laderas de La Paz, zonas de mucha pendiente, sufren el estrés hídrico.
El año 2016, la escasez de agua se tornó peligroso, con racionamiento de suministro de agua potable por parte de la empresa pública social de agua potable y saneamiento, abreviado EPSAS. Una quinta parte del agua que toman los dos millones de habitantes de La Paz y El Alto sale del deshielo de los glaciares de la cordillera real andina; pero estos nevados cubren, debido al calentamiento global cada vez menos demanda.
La purificación del agua es otro problema ya que por la escasez de lluvias, EPSAS extrae, actualmente agua de lagunas y de pozos profundos que evidencian contaminación causada por la minería, como en la zona de Milluni. Este problema está agudizándose en la medida que nuevos emprendimientos de minería incursionan en zonas que sirven como reservorios de agua potable. A futuro, esta situación conflictiva entre agua para la vida y minería para un desarrollo extractivo tomará más fuerza.
Cosecha de agua
En las comunidades campesinas del Altiplano es muy frecuente coleccionar el agua durante el corto periodo de lluvia en turriles, baldes y otros recipientes que estén a la mano. Pero con la migración a la ciudad, la gente ha puesto esta práctica a un lado.
Red Hábitat (RH), una organización no gubernamental, apoyada por Misereor y otras agencias está logrando rescatar la cosecha de agua de lluvia en la ciudad. Cursos de formación para personas interesadas de los distritos de Cotahuma y Max Paredes de La Paz y de varios barrios de El Alto facilitan conocimientos acerca del fenómeno del cambio climático, posibles formas de adaptación y mitigación como también sobre la prevención y reducción del riesgo. Particularmente las poblaciones que viven en las laderas de La Paz están constantemente expuestas al riesgo de deslizamientos. Son principalmente mujeres quienes asisten no solo a los cursos sino a la puesta en práctica de lo aprendido en sus barrios.
Maggy Palacios, comunicadora de RH cuenta: “Más de 90% de las personas que participan en nuestras actividades son mujeres; es por esto que con frecuencia hablamos de las mujeres de las laderas”. La adaptación tiene rostro de mujer. Visitando a Doña Eusebia Vargas en el barrio 14 de septiembre en El Alto, ella muestra la instalación que, con apoyo de RH ha logrado en su terreno para cosechar el agua de lluvia. La lluvia que cae sobre el techo de su casa es conducida por canaleta y tubos hacia dos simples cámaras de sedimentación, pasando por un filtro y de allí a un tanque reservorio. Un panel solar genera energía y la almacena en una batería, permitiendo el bombeo del agua mediante una pequeña bomba a un segundo tanque elevado. El inodoro y la lavandería son abastecidos con el agua de lluvia; las plantas y el pequeño huerto también. Durante la época de lluvias y mientras que el tanque tenga aun agua cosechada, el consumo de agua potable suministrado por EPSAS se ve fuertemente reducido; al igual que el pago mensual por este concepto. Hay familias que gracias a estos sistemas de cosecha de agua de lluvia en la vivienda han reducido su factura de agua por la mitad; el ahorro de hasta diez dólares por mes se hace notar en la estrecha economía familiar. Este efecto de ahorro, no solamente en cuanto al agua sino también en lo económico es muy relevante. El costo para instalar un sistema de cosecha de agua de lluvia asciende a 1.600 Bolivianos (equivalente a 230 dólares); tomando en cuenta que no todos los meses hay lluvia, una familia en menos de 4 años logra recuperar su inversión instalando un sistema de cosecha de agua.
El largo camino de la incidencia en política pública
RH ha logrado interesar al gobierno plurinacional de Bolivia por el tema de la utilización sostenible del agua de lluvia en la vivienda. La guía que ha elaborado la institución ayudó que la Agencia Estatal de Vivienda incorpore el tema en sus políticas. El primer paso está dado; pero sigue un trabajo arduo para alcanzar que el Estado y los gobiernos locales en sus municipios, inviertan recursos públicos en la mejora de la vivienda. Experiencia Motivadora 34/ 7 El pretexto para no hacerlo es un detalle legal ya que por ley el sector público no puede realizar inversiones en la esfera privada de la ciudadanía. En el marco de políticas públicas que favorezcan la resiliencia de los barrios desde la optimización del uso y aprovechamiento del recurso agua, hace falta desmontar esquemas anticuados y abrir políticamente caminos al futuro.
Lo que aprecio lo cuido
El mantenimiento técnico de paneles solares con batería como también de sistemas de cosecha de agua es con frecuencia un dolor de cabeza. Las experiencias de los sistemas instalados con funcionamiento después de tres años evidencian una lección aprendida: lo que aprecio lo cuido. Las instalaciones son de fácil manejo y mantenimiento; pero el detalle más importante es el interés y la importancia que las familias le dan a sus pequeños sistemas. Mensualmente son limpiados los paneles solares, lo mismo en cuanto al filtro y cámaras de sedimentación y antes de la época de lluvia se sube al techo para limpiar la superficie donde se cosecha la lluvia. La adaptación y la resiliencia va de la mano con el incremento de calidad de vida y de ahorro de agua, energía y de dinero como también en el cambio de hábitos. Las mujeres, pensando en sus familias son conscientes de esto.
Mensajes al futuro
Por interés e iniciativa de las mujeres nacen acciones que aumentan la resiliencia de barrios enteros ante riesgos y el estrés hídrico, aplicando el paradigma del cuidado en sus territorios.
La cosecha de agua va a la par con mejoras de la vivienda permitiendo mayor calidad de vida de las familias.
Acciones de incidencia son indispensables para que políticas públicas complementen los esfuerzos de mitigación y adaptación de la población en vez de obstaculizarlos. La generación de capacidades de adaptación y prevención ante el cambio climático, fomentan también el cambio de prácticas y hábitos en beneficio del manejo sostenible del agua.
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