La explotación industrial de la naturaleza, los llamados proyectos extractivistas y de monocultivos desgarran el tejido social generando violencia y conflictos en los modos de vida de la gente. Los gobiernos en muchas ocasiones pagan favores beneficiando a las empresas, pisoteando los derechos colectivos de los pueblos ancestrales.
Destruyen el aire, la tierra y el agua, también infectan los vínculos comunitarios, creando separaciones entre las personas que habitan los territorios, siembran rupturas y desconfianzas que ayudan de forma sutil a los intereses del capitalismo.
Una vez contaminado el aire, el agua, todo a su paso se contamina también. Por donde pasa el río todo se mancha, los animalitos se enferman incluso mueren, las personas que la usan para cocinar, para limpiarse corren un gran riesgo, como pasó en Suráfrica donde se comprobó la relación con la tuberculosis.
Los tentáculos de las empresas penetran todo, las rutas, carreteras, afectan el paisaje y la biodiversidad, influyen en las plantas medicinales lo que modifica los recuerdos comunitarios sobre sus propias formas de curarse.
Sin embargo, hay guardianas del territorio, mujeres que siguen defendiendo la vida, poniéndola por delante de cualquier negocio. Escuchamos el testimonio de mujeres que resisten en Guatemala, Chile, Perú, Suráfrica, Turquía y Canadá.
Compartimos el programa Epidemia del extractivismo de la serie Luchas por el territorio: Voces de mujeres en resistencia, una producción del Comité por los derechos humanos en América latina (CDHAL).