Coyuntura, oportunidades y amenazas: Hacia la XI Asamblea Regional CLADE

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Debate sobre la coyuntura global y regional en relación a los derechos humanos y las expectativas de los Estados en rol postpandémico. En esta entrevista contamos con la Organización Social Watch, en la voz de su coordinador el periodista Roberto Bissio.
 

La XI Asamblea Regional de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE) tiene como tema central el Derecho Humano a la Educación: horizontes y sentidos en la post pandemia, y se llevará a cabo del 13 de octubre al 26 de noviembre de 2020.

¿Qué lectura de contexto mundial y regional nos alerta en relación a los derechos humanos luego de más de 8 meses de pandemia?

¡Qué año que estamos teniendo, qué circunstancia tan extraordinaria que vive el mundo entero! Estaba avisado que esto podía ocurrir, pero claramente no se estaba preparado. Incluso estamos viendo cómo los países más ricos parecen haber sido los menos preparados para enfrentar esta pandemia. Países con mucho menos recursos y condiciones han podido enfrentarla mejor, al menos hasta ahora, porque esta historia continúa, no ha terminado ni sabemos como termina. Se ha acometido mejor, sobre todo donde la salud es reconocida como un derecho, donde hay sistemas universales de salud, donde hay enfoques integrales de salud y donde la salud como derecho es respetada junto a otros derechos como el de la educación, que es lo que nos motiva en esta ocasión, toda vez que la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE) celebra una nueva asamblea.

Países mucho más poderosos están sufriendo una cantidad catastrófica de muertes, de saturación de las capacidades hospitalarias y de consecuencias sociales, de salud mental, de todo tipo que todavía no se pueden medir, pero que van a ser muy duras, en particular para las mujeres y los niños, para quienes este año la educación formal está muy afectada o prácticamente cerrada.

Sabemos que se están discutiendo y están en revisión temas como las democracias, los Estados, incluso las libertades, no sólo desde el confinamiento sino desde debates sobre la seguridad y la tecnología. ¿Qué reflexión puedes compartir en torno a eso?

Creo que la pandemia ha sacudido una serie de circunstancias que no se cuestionaban y que, a partir de la pandemia, se ponen en tela de juicio. Por ejemplo, después de 30 o 40 años de neoliberalismo en América Latina, Europa, en América del Norte y otras partes del mundo, la predominancia y la persecución del interés individual vista como lo mejor que se puede hacer para el interés colectivo, estaba tomada casi como obvia.

Ahora, con la pandemia, resulta que esto no es así. Si yo no me cuido, no solo me pongo en riesgo, sino que pongo en riesgo a los demás. Es una actitud antisocial y peligrosa no cuidarse de la pandemia, tanto como la de conducir embriagado. Es algo que no debiera ser.

Sin embargo, ese extralimitar la libertad individual que trajo el neoliberalismo, ese negar el valor de la comunidad, de la salud pública, de la responsabilidad social, pasa en la opinión pública a verse como una oposición entre la libertad individual y el  Estado, como un autoritarismo que quiere imponerme una conducta, el uso de máscaras o no celebrar fiestas.

Ese es uno de los temas que se replantean y no estaban en discusión. Otro tema que está replanteado con mucha fuerza es qué es lo esencial. Resulta que muchos de los trabajos más humildes y peor pagados en la sociedad, desde los repartidores hasta los limpiadores y sobre todo el trabajo de cuidados -pagado o no, trabajo que realizan fundamentalmente las mujeres-, ahora se descubre que son trabajos esenciales, se declaran esenciales.

Trabajos muy sofisticados pueden detenerse, esperar. Sin embargo, hay cosas esenciales que no pueden dejar de hacerse y una de ellas es el aspecto de los cuidados. Incluso el tema de quedarse en casa, supone que hay una casa, en la que niños, ancianos, personas con discapacidades son cuidadas, en el 99% de los casos por mujeres, a quienes se les sobreexige una mayor contribución que ni es reconocida, ni suficientemente o totalmente no remunerada en gran parte de los casos. Pero las mujeres sí saben y sienten ese trabajo extra que se les está exigiendo y en muchos países están comenzando a hacer oír sus voces en el sentido de que la sociedad y el Estado tienen que ser co-responsables en todos los aspectos de cuidado que ahora resultan tan relevantes.

Quiero terminar esta idea con una buena noticia: en Argentina, por ejemplo, ya se instaló un grupo de trabajo que está estudiando una nueva Ley de Cuidados, para comenzar a revertir y hacer al Estado co-responsable de los cuidados junto a las mujeres y varones que, ojalá también puedan ser incluidos en esta tarea.

Se están planteando, incluso desde nuestra región América Latina y el Caribe, el Abya Yala, otros modelos y cuestionamientos al de desarrollo. ¿Qué claves tienen los otros modelos para la defensa de la vida que se plantean en la postpandemia?

Estamos viviendo el retorno de la democracia a Bolivia, el regreso multitudinario de Evo, pero en particular, con el nuevo gobierno del MAS, se vuelven a oir las voces que hablan del Buen Vivir y la búsqueda de un modelo alternativo, donde el valor de la comunidad, de las tradiciones, de las culturas originarias sea rescatado.

Eso es esencial en estos momentos en todo el mundo, cuando lo que se está viviendo es que la gente se empobrece como consecuencia obvia de la reducción de la actividad económica, mientras hay un puñado de personas que se enriquecen de una manera obscena por las magnitudes de cuánto más ricos son hoy, que antes de comenzar la pandemia. Un puñado de multimillonarios que son dueños de plataformas electrónicas, las que se han vuelto indispensables con la pandemia para la distribución de productos, para poder comunicarnos, para poder trabajar, etc.

Esa es una contradicción brutal entre la necesidad de apoyar a la gente que se está dedicando al cuidado desde sus casas, que ha perdido trabajo y como se está beneficiando de eso un pequeñísimo grupo de personas. Surgen obviamente reclamos en distintos lugares de que estos ricos extraprivilegiados contribuyan mucho más con la sociedad de lo que lo están haciendo, porque ahora prácticamente no pagan impuestos en ninguna parte del mundo.

Hay también un incremento de las diferencias entre los países que, de alguna manera, tienen recursos, espaldas, bolsillos suficientemente profundos como para apoyar a sus empresas y su gente durante un tiempo y la gran mayoría de los países en desarrollo que no tienen ese respaldo, no tienen esa capacidad y condiciones y que se están empobreciendo de una manera que no debería ser así en un mundo un poquito más solidario.  

El caso más dramático es la vacuna, que en distintas versiones comienza a circular y probablemente en el mes de Diciembre o Enero en algunos países va a estar disponible. Ésta se vuelve prohibitiva en su precio por derechos de propiedad intelectual, por las ganancias de un puñado de compañías farmacéuticas están haciendo también a nivel millonario a partir de esas vacunas y que por ello privan o demoran el acceso a la gente que más lo necesita.

La distribución mundial de la vacuna no va a ser hecha en definitiva con ningún criterio de prioridad, sino simplemente los más fuertes, los más poderosos, la van a tener primero. La injusticia de estas situaciones es tan flagrante que sin duda genera una necesidad de revisar el orden internacional, así como dentro de los países el orden social está siendo cuestionado.

Frente a este panorama internacional y regional que nos has pintado, no quisiéramos irnos sin dar oportunidad a la esperanza, el esperanzar de Paulo Freire que siempre nos acompaña desde lo popular y desde América Latina y el Caribe, el caminar. ¿Cómo nos podemos despedir para seguir esperanzándonos?

Creo que tenemos que seguir esperanzándonos justamente porque no se trata después de esta catástrofe de reconstruir lo que teníamos, que era ya injusto, que estaba ya destrozando el planeta a través no solo del cambio climático sino de la destrucción de hábitat, la superexplotación de la pesca, la contaminación atmosférica, que han sido factores de la difusión de la propia pandemia. No podemos, ni debemos, ni queremos volver atrás.

Queremos construir nuevas relaciones entre la gente, de la gente con la naturaleza. Esto es necesario y esa necesidad es percibida por cada vez más personas. Eso es lo que nos hace ser optimistas y si nuestros líderes y gobernantes no lo entienden, la gente se los está haciendo entender en todo el mundo de distintas maneras.

Escuche entrevista:

Cobertura conjunta PRESSENZA, ALAI y ALER.

Producción: María Cianci Bastidas, ALER.

Transcripción: Javier Tolcachier, Pressenza

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